La cooperación
Cuando se establecen instituciones en campos nuevos, es a me-
nudo necesario confiar responsabilidades a personas que no están
familiarizadas con los detalles de su tarea. Estas personas trabajan
en condiciones muy desventajosas, y a menos que ellas y sus cola-
boradores se interesen sin egoísmo por la institución del Señor, este
estado de cosas creará una situación que impedirá su prosperidad.
Muchos piensan que la clase de trabajo que realizan les pertenece
a ellos solos, y que nadie puede darles un consejo al respecto. Hasta
es muy posible que ignoren los mejores métodos para realizar el
trabajo; sin embargo, si alguno se aventura a darles un consejo se
ofenden, y quedan más decididos que antes a seguir su criterio de
una manera independiente. Por otro lado, hay algunos obreros que
no están dispuestos a acudir en auxilio de sus colaboradores ni a
instruirlos. Otros aún, sin experiencia, no desean que se reconozca su
ignorancia; y cometen errores que cuestan tiempo y dinero, porque
son demasiado orgullosos para pedir consejo.
Es fácil determinar la causa de estas dificultades: mientras ellos
debieran haberse considerado como los diversos hilos de un tapiz
que han de ser tejidos juntos, los obreros se han separado como los
hilos independientes.
Estas cosas contristan el Espíritu Santo. Dios desea que apren-
damos unos de otros. La independencia que no está santificada
nos coloca en una posición tal que el Señor no puede trabajar con
nosotros. Y Satanás queda satisfecho con tal estado de cosas.
No debe existir el espíritu de guardar ciertas cosas secretas,
ni inquietud porque otros adquieran conocimientos poseídos hasta
entonces por algunos solamente. Un espíritu tal dará lugar a reservas
y sospechas continuas. Se suscitarán malos pensamientos y críticas,
y el amor fraternal desaparecerá.
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Cada ramo de la obra de Dios está ligado con los demás. No
puede existir exclusividad en una institución que Dios dirige, pues
él es el Autor del tacto y del ingenio. El es el fundamento de todo
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