Página 198 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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El dominio propio y la fidelidad
No tenemos derecho de recargar nuestras fuerzas físicas y men-
tales hasta el punto de volvernos irritables y proferir palabras que
deshonren a Dios. El Señor desea que nos mantengamos siempre
serenos y pacientes. Hagan los demás lo que hicieren, debemos
representar a Cristo y obrar como él obraría en circunstancias pare-
cidas.
Una persona que ocupa un cargo de responsabilidad debe tomar
cada día decisiones cuyas consecuencias son importantes. A menudo
debe pensar rápidamente, y esto no lo pueden hacer con éxito sino
los que practican una estricta templanza. El espíritu se fortalece
cuando las fuerzas mentales y físicas son tratadas correctamente. Si
el esfuerzo no es excesivo, adquiere con cada ejercicio nuevo vigor.
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Nadie sino un verdadero cristiano puede ser un verdadero caba-
llero.
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El no conformarse en cada detalle a las exigencias de Dios,
significa fracaso seguro y perdición para el que obra erróneamente.
Al dejar de seguir las sendas del Señor, priva a su Hacedor del
servicio que le debe. Ello reacciona sobre él mismo, puesto que así
no obtiene la gracia, el poder y la fuerza de carácter, cuya adquisición
es privilegio de todos aquellos que se someten completamente a
Dios. Por vivir alejado de Cristo, el que no es fiel queda expuesto a
la tentación. Comete errores en su trabajo por el Maestro. Por ser
infiel a los principios en las cosas pequeñas, no hace la voluntad de
Dios en las mayores. Obra según los principios a los cuales se ha
acostumbrado.
Dios no puede asociarse con aquellos que viven para su propia
satisfacción y se dan la primera consideración. Los que obran así
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