Página 211 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Fe y valor
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Necesitamos más amor, más franqueza, menos sospechas y des-
confianza. Debemos estar menos dispuestos a censurar y acusar.
Esto es lo que ofende gravemente a Dios. El corazón necesita ser
enternecido y subyugado por el amor. El estado de debilidad de
nuestro pueblo proviene del hecho de que sus corazones no son
rectos delante de Dios. El alejamiento de Dios es la causa de las
condiciones difíciles que reinan en nuestras instituciones.
* * * * *
No os acongojéis. Mirando las apariencias, quejándoos cuando se
presentan dificultades, dais prueba de una fe débil y enfermiza. Por
vuestras palabras y acciones, demostrad al contrario que vuestra fe es
invencible. El Señor posee recursos innumerables. El mundo entero
le pertenece. Mirad a Aquel que posee luz, potencia y capacidad. El
bendecirá a todos aquellos que traten de comunicar luz y amor.
El Señor desea que todos comprendan que su prosperidad está
escondida con él en Cristo; que depende de su humildad, mansedum-
bre, obediencia sin reservas y devoción. Cuando hayan aprendido la
lección que el gran Maestro enseña, cuando sepan morir a sí mismos
y no poner nunca su confianza en el hombre, entonces, cuando le
invoquen, el Señor será para ellos auxilio eficaz en cada dificultad.
El dirigirá su juicio. Estará a su diestra para aconsejarles y les dirá:
“Este es el camino, andad por él”.
Hablen de fe y valor a los obreros los hermanos que ocupan
puestos de responsabilidad. Echad vuestra red a la derecha del barco,
es decir, del lado de la fe. Mientras dura el tiempo de gracia, mostrad
lo que puede realizar una iglesia consagrada y viva.
* * * * *
No comprendemos suficientemente el gran conflicto que pone
frente a frente a los ejércitos invisibles de ángeles buenos y ángeles
desleales. Los ángeles buenos y los malos luchan alrededor de cada
hombre. No es un conflicto imaginario; no son batallas simuladas
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aquellas en que estamos empeñados. Tenemos que hacer frente a los
adversarios más poderosos y nos incumbe decidir quiénes vencerán.
Debemos hallar nuestra fuerza precisamente donde hallaron la suya