Página 222 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
él desea, hoy habría monumentos establecidos por todo el campo
del sur: iglesias, sanatorios, escuelas. Hombres y mujeres de todas
las clases sociales habrían sido llamados a la fiesta del Evangelio.
El Señor se aflige ante el infortunio de los campos del Sur. Cristo
ha llorado ante el espectáculo de esta desgracia. Los ángeles han
callado la música de sus arpas al observar a un pueblo que, a causa
de su esclavitud pasada, es incapaz de hacer algo por sí mismo. Sin
embargo, aquellos en cuyas manos Dios ha colocado la antorcha
de la verdad, encendida en el altar divino, no han comprendido que
sobre ellos descansa la responsabilidad de llevar la luz a este campo
oscurecido por el pecado. Hay algunos que han dado la espalda a
la tarea de rescatar a los oprimidos y degradados, y han rehusado
ayudar a los desvalidos. Que los siervos de Cristo comiencen inme-
diatamente a redimir su negligencia, para que se pueda borrar de su
registro esta mancha oscura.
La condición actual de los campos del Sur es una deshonra
para el Redentor. Pero, ¿nos inducirá por ventura a pensar que es
imposible cumplir con la comisión dada por Cristo a sus discípulos
cuando les dijo que predicaran el Evangelio a todas las naciones?
¡No, no! Cristo tiene poder para que su comisión sea cumplida. Es
enteramente capaz de realizar la obra que se le ha encomendado.
En el desierto se enfrentó con las más poderosas tentaciones que
el enemigo le pudo presentar y las venció, armado solamente con
un “escrito está”. Con ello demostró el poder de su palabra. Es el
pueblo de Dios quien ha fallado. Una prueba de que su Palabra no ha
ejercido el poder que debería haber tenido sobre los corazones es la
condición en que se encuentra el mundo actual. Pero este estado de
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cosas se ha producido porque los hombres han decidido desobedecer,
y no porque la Palabra tenga menos poder.
Un llamamiento de la raza de color
El Señor ha contemplado con tristeza el cuadro más digno de
compasión: la esclavitud de la raza de color. En la obra que reali-
cemos en favor de ellos, él desea que recordemos su liberación
providencial de la esclavitud, el parentesco que tenemos con ellos
por creación y redención, y su derecho de gozar de las bendiciones
de la libertad.