Página 224 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

Basic HTML Version

220
Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
permanecieron sentados en silencio, aparentemente sin interesarse
en el tema.
Entonces se hablaron estas palabras: “El Sur es un campo muy
poco promisorio; ¡pero cuán diferente sería si después que la ra-
za de color fue emancipada, hubiera habido hombres y mujeres
que trabajaran en favor de ellos como los cristianos deben trabajar,
enseñándoles a valerse por sí solos!”
El estado en que se encuentra la gente de color actualmente en
el Sur no es más descorazonador que la condición en que se hallaba
el mundo cuando Cristo abandonó el cielo para venir en su ayuda.
Él vio a la humanidad hundida en la miseria y el pecado. Vio a
los hombres y mujeres depravados y degradados y que acariciaban
los vicios más detestables. Los ángeles se maravillaban de que
Cristo emprendiera lo que para ellos era la tarea más desesperada.
Se maravillaban de que Dios tolerara a una raza tan pecadora. No
podían ver cabida para el amor. Pero “de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16
.
Cristo vino a esta tierra trayendo un mensaje de misericordia y
perdón. Colocó los fundamentos para una religión en la cual judíos
y gentiles, negros y blancos, libres y siervos, estuvieran unidos por
una hermandad común, reconocidos como iguales a la vista de Dios.
El Salvador ama a cada ser humano con un amor ilimitado. Ve
capacidad de mejoramiento en cada uno. Con energía y esperanza
[215]
divina les da la bienvenida a aquellos por quienes ha dado su vida.
Con la fuerza de él pueden vivir una vida rica en buenos frutos, llena
del poder del Espíritu.
Un evangelio para los pobres
La pobreza de la gente a quienes somos enviados no debe im-
pedirnos que trabajemos en favor de ellos. Cristo vino a esta tierra
para andar y obrar entre los pobres y sufrientes. Ellos recibieron
su atención en mayor medida. Y hoy, en la persona de sus hijos, él
visita a los pobres y menesterosos, disipando la desgracia y aliviando
el sufrimiento.
Suprímase el sufrimiento y la necesidad, y no tendríamos modo
de comprender la misericordia y el amor de Dios, ni una forma de