Instrucciones para los obreros
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cuando las energías de los miembros se unifiquen bajo el control del
Espíritu. Entonces Dios podrá obrar poderosamente a través de su
pueblo por la conversión de los pecadores.
Dios vive y reina. El abrirá el camino para que los campos aban-
donados del Sur sean cultivados para él. Que los obreros acudan
allí en auxilio del Señor y que proclamen su verdad con regocijo.
El Señor viene pronto. Hablen acerca de ello, oren para que así sea
y créanlo. Transfórmenlo en una parte de su propia vida. Tendrán
que hacerle frente a un espíritu de dudas y objeciones, pero que se
disipará ante una confianza en Dios firme y consistente. Cuando
se presenten perplejidades y obstáculos eleven el alma a Dios en
cánticos de agradecimiento. Colóquense la armadura cristiana, y ase-
gúrense de que sus pies estén “calzados con el apresto del Evangelio
de paz”. Prediquen la verdad con intrepidez y fervor. Recuerden
que el Señor contempla compasivamente esta región y que conoce
su pobreza y destitución. Los esfuerzos que realizan no serán un
fracaso.
Nuestras iglesias del Sur deben experimentar una resurrección
espiritual. Ante los miembros de cada iglesia se extiende una tarea
grande y solemne. Deben acercarse a Cristo en su abnegación y
sacrificio, teniendo como único objetivo la predicación del mensaje
divino de misericordia a sus semejantes. Trabajen con circunspec-
ción y humildad, teniendo respeto cada uno por el trabajo de los
otros. Algunos podrán trabajar de una manera y otros de otra, según
el llamado y la dirección del Señor. Pero que nadie se queje por
no poder glorificar a Dios mediante el uso de talentos que él no le
ha confiado. El Señor nos responsabiliza solamente por la obra que
ha colocado en nuestras manos. Hay algo que todos pueden hacer:
evitar que el trabajo de los demás se torne innecesariamente duro
por causa de la crítica de sus esfuerzos, o por colocar piedras en el
camino del carro que los hermanos se esfuerzan por empujar cerro
arriba. Si algunos no están dispuestos a ponerle el hombro al trabajo,
al menos que se abstengan de estorbar a los que trabajan. Dios llama
a obreros que se nieguen a descorazonar a sus colaboradores.
A medida que el pueblo de Dios trabaje ferviente, humilde y
denodadamente, obtendrá la rica recompensa de la cual habla Job:
[227]
“Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado,... la bendición
del que se iba a perder venía sobre mí, y al corazón de la viuda yo