Página 236 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
daba alegría... A los menesterosos era padre, y de la causa que no
entendía, me informaba con diligencia”.
Job 29:11-16
.
La bendición de las buenas obras acompañará hasta el mundo
eterno a los que se nieguen a sí mismos por amor de su Salvador.
Cuando los redimidos se encuentren alrededor del trono de Dios,
los que hayan sido salvados del pecado y la degradación se acer-
carán a quienes trabajaron en favor de ellos, con estas palabras de
saludo: “Yo me encontraba sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Me encontraba pereciendo en medio de la confusión y el pecado.
Me hallaba muriendo de hambre por falta de alimento material y
espiritual. Tú te acercaste a mí con amor y piedad, y me diste de
comer y me vestiste. Tú me trajiste a los pies del Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo”.
Mis hermanos del Sur, tengan fortaleza; sí, tengan fortaleza. Si
ustedes exaltan los principios santos de la ley de Dios, no los afligirá
la mano opresora ni el robo. Cuando el enemigo los acose con el
ímpetu de la inundación, el Espíritu del Señor plantará su bandera
contra él, en favor de ustedes. Ustedes se hallan empeñados en la rea-
lización de un trabajo importante, y necesitan prestar atención, velar
y orar, y trazar sendas rectas para sus pies, para que el cojo no sea
desviado de su camino. Trabajen con el solo propósito de dar gloria
a Dios, con un sentido de su responsabilidad individual. Recuerden
que el Señor es el único que puede prosperar sus esfuerzos.
* * * * *
Los obreros que trabajan en el Sur deben alcanzar los logros
espirituales más elevados, para que tengan buen éxito sus labores en
el campo. La oración en privado, la oración en familia y la oración
en público para rendir culto a Dios, todas son esenciales. Y debemos
vivir nuestras oraciones. Hemos de colaborar con Cristo en su obra.
* * * * *
Nuestra única seguridad consiste en mantenernos unidos con
Cristo y con nuestros hermanos. No permitamos que Satanás pueda
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apuntar con razón hacia nuestras iglesias, diciendo: “Y miren có-
mo se odian entre ellos estas gentes, aunque se encuentran bajo el