Página 238 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
A los seres humanos les toca decidir día tras día una cuestión
de vida o muerte, decidir si han de participar de la vida eterna o
de eterna destrucción. Y sin embargo muchos de los que profesan
servir al Señor se contentan con ocupar su tiempo y atención con
asuntos de poca importancia. Se hallan conformes con estar en
desacuerdo unos con otros. Si estuvieran consagrados al servicio del
Maestro, no contenderían unos con otros como si fueran una familia
de niños indisciplinados. Cada uno estaría firme en su puesto del
deber, trabajando con alma y corazón como misionero de la cruz de
Cristo. El Espíritu Santo habitaría en el corazón de los obreros, y se
realizarían obras de justicia. Las oraciones y simpatías de una iglesia
vigilante acompañarían a los obreros en su servicio. Recibirían
sus órdenes de Cristo y no tendrían tiempo para contenciones. Se
escucharían mensajes provenientes de labios que han sido tocados
por el carbón encendido del altar divino. Se oirían palabras fervientes
y puras. Oraciones de fe, humildad y llenas de congoja ascenderían
al cielo. Mientras los obreros se mantuvieran asidos con una mano
de Cristo, con la otra tomarían ansiosamente a los pecadores para
traerlos a él.
* * * * *
“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una
de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que
se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre
sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos,
diciéndoles: gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que
se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un
pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no
necesitan arrepentimiento.
“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no
enciende la lámpara y barre la casa, y busca con diligencia hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas,
diciendo: gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que
había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de
Dios por un pecador que se arrepiente”.
Lucas 15:4-10
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