A los maestros de nuestras escuelas
Mis queridos hermanos y hermanas: El Señor actuará en favor de
todos los que estén dispuestos a andar con él en humildad. El los ha
colocado en posiciones de responsabilidad. Caminen prudentemente
delante de él. La mano de Dios está en el timón. El conducirá el
barco al puerto más allá de las rocas. Utilizará las cosas débiles de
este mundo para confundir las poderosas.
Mi oración es que hagan a Dios su consejero. Ustedes no tienen
que dar cuenta a ningún ser humano, sino que se hallan bajo la
dirección de Dios. Manténganse cerca de él. No acepten las ideas
mundanas como su criterio. No permitan ninguna separación de los
métodos de trabajo del Señor. No empleen el fuego común, pero
usen el fuego sagrado encendido por el Señor.
Tengan buen ánimo en su trabajo. Por muchos años he presen-
tado ante nuestro pueblo la necesidad de ejercitar igualmente las
facultades físicas como las mentales, en la educación de nuestros
jóvenes. Pero a los que nunca han experimentado el valor de la ins-
trucción que se les ha dado, de combinar el entrenamiento manual
con el estudio de los libros, se les hace difícil comprender y poner
en práctica estas directivas.
Esfuércense por impartir a sus alumnos las bendiciones que Dios
les ha concedido. Guíenlos por los terrenos del conocimiento con el
deseo profundo y serio de ayudarlos. Acérquense a ellos. A menos
que el amor y la delicadeza de Cristo abunden en el corazón de
los maestros, en ellos se manifestará demasiado el espíritu tosco y
dominante del amo.
El Señor desea que aprendan a utilizar la red del Evangelio. Sus
redes deben ser de malla cerrada para que puedan tener éxito en su
trabajo. Deben utilizar las Escrituras de tal manera que se comprenda
fácilmente su significado. Entonces recojan la red diestramente. Va-
yan directamente al grano. Por más elevado que sea el conocimiento
de una persona, no le sirve de nada a menos que lo pueda comunicar
a los demás. Que la expresión de su voz, el profundo sentimiento
[255]
260