Página 266 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
ambiciosos favoritos del mundo se vuelve hacia quienes han sido
despreciados por ellos, llamando bienaventurados a los que reciben
su luz y su vida. Extiende sus brazos de refugio a los pobres en
espíritu, mansos, humildes, sufrientes, despreciados y perseguidos,
y les dice: “Venid a mí... y yo os haré descansar”.
Mateo 11:28
.
Cristo puede observar toda la miseria del mundo sin experimen-
tar una sombra de tristeza por haber creado al hombre. Ve que en
el corazón humano hay algo más que pecado y miseria. En su sa-
biduría y amor infinitos observa las posibilidades que hay en cada
ser humano y la altura que pueden alcanzar. Sabe que, aunque los
seres humanos han abusado de las bendiciones que han recibido y
han destruido la dignidad que Dios les ha dado, el Creador todavía
será glorificado con la redención de ellos.
El Sermón del Monte es un ejemplo de la forma como debemos
enseñar. ¡Cuántos esfuerzos no hizo Cristo para lograr que los mis-
terios no fueran más misterios, sino verdades claras y sencillas! No
hay nada impreciso en sus instrucciones, nada difícil de comprender.
“Y abriendo su boca les enseñaba”.
Mateo 5:2
. No expresaba sus
palabras en susurros, ni su voz era áspera o desagradable. Hablaba
con énfasis y claridad, con poder solemne y convincente.
“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de
su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no
como los escribas”.
Mateo 7:28-29
.
Un estudio serio del Sermón del Monte, hecho con oración, nos
preparará para proclamar la verdad y para llevar a otros a la luz
que hemos recibido. Pero antes debemos preocuparnos por nosotros
mismos y recibir los principios de la verdad con corazones humildes,
poniéndolos en práctica en obediencia perfecta. Esto nos propor-
cionará gozo y paz. De este modo comemos la carne y bebemos
la sangre del Hijo de Dios y crecemos vigorosos en su fortaleza.
Nuestras vidas están integradas a su vida. Nuestro espíritu, nuestras
inclinaciones y nuestros hábitos se conforman a la voluntad de aquel
de quien Dios declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia”.
Mateo 3:17
.
Las palabras que Cristo pronunció sobre el monte de las biena-
venturanzas retendrán su poder a través de todos los tiempos. Cada
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oración es una joya sacada del palacio del tesoro de la verdad. Los
principios enunciados en este discurso son para todas las edades