Página 267 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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A los maestros de nuestras escuelas
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y para todas las clases de seres humanos. Cristo expresó su fe y
esperanza con energía divina, mientras declaraba bienaventurada a
una clase de personas tras otra porque habían formado caracteres
justos. Al vivir la vida del Dador de la vida, mediante la fe en él,
cada uno puede alcanzar la norma establecida en sus palabras. ¿No
merece el logro de este objetivo el esfuerzo incansable de toda una
vida?
El panorama
Nos acercamos al final de la historia de esta tierra. Tenemos
delante de nosotros una gran tarea: la obra final de dar el último
mensaje de amonestación a un mundo pecador. El Señor tomará a
algunos hombres de detrás del arado, de los viñedos y de diversas
otras líneas de trabajo, y los enviará a dar este mensaje al mundo.
El mundo está desquiciado. Al observar el cuadro, el panora-
ma nos parece descorazonador. Pero con una seguridad llena de
esperanza el Señor les da la,bienvenida a los mismos hombres y
mujeres que nos causan desalientos. Descubre en ellos cualidades
que los capacitarán para ocupar un lugar en su viña. Si se disponen a
aprender constantemente, los transformará mediante su providencia
en hombres y mujeres capaces de realizar un trabajo que no está
más allá del alcance de sus posibilidades; les concederá poder de
expresión mediante la impartición del Espíritu Santo.
Hay muchos campos áridos y no trabajados donde el mensaje
debe ser llevado por principiantes. El resplandor del panorama que
el Salvador observa en el mundo inspirará confianza en muchos
obreros, quienes, si comienzan el trabajo humildemente y se entregan
a él de corazón, serán considerados idóneos para el tiempo y el
lugar. Cristo observa toda la miseria y desesperación que hay en el
mundo, cuya contemplación haría que algunos de nuestros obreros
de gran capacidad se inclinaran agobiados por un peso tan grande
de desánimo, que ni siquiera sabrían cómo empezar a conducir a las
personas al primer peldaño de la escalera. Sus meticulosos métodos
tendrían poco valor. Sería como si se pararan sobre los peldaños
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altos de la escalera diciendo: “Suban aquí donde estamos nosotros”.
Pero las pobres almas no saben dónde colocar sus pies.