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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
nación que han ayudado a salvar, un derecho que se reconoce y se
honra. ¿Pero qué provisión han hecho los adventistas del séptimo
día para los soldados de Cristo?
Obreros desatendidos
Nuestro pueblo no ha sentido como debiera la necesidad de
este asunto, y por lo tanto lo ha descuidado. Las iglesias han sido
negligentes y, aunque la luz de la Palabra de Dios se ha mantenido
brillando sobre su sendero, han descuidado este muy sagrado deber.
El Señor está sumamente disgustado con este descuido hacia sus
siervos fieles. Nuestro pueblo debe estar tan listo para socorrer a
estas personas cuando atraviesan por circunstancias adversas como
estuvo dispuesto a aceptar su dinero y su servicio cuando gozaban
de buena salud.
Dios ha colocado sobre nosotros la obligación de dar una aten-
ción especial a los pobres que están en nuestro medio. Pero estos
ministros y obreros no deben ser catalogados con los pobres. Han
acumulado para ellos un tesoro en los cielos que no falla. Han servi-
do para suplir las necesidades de la asociación, y ahora la asociación
tiene el deber de servir a ellos. Cuando nos encontramos con casos
como éstos, no debemos pasar por el lado opuesto del camino. No
debemos decirles: “Id en paz, calentaos y saciaos” (
Santiago 2:16
),
y luego no tomar medidas definidas para suplir sus necesidades.
Esto ha sucedido en el pasado, y de este modo en algunos casos los
adventistas del séptimo día han deshonrado la profesión de su fe y
han dado al mundo la oportunidad de reprochar la causa de Dios.
Provéanse hogares para los obreros
Ahora el pueblo de Dios tiene el deber de quitar este oprobio
proveyendo a estos siervos de Dios con hogares cómodos, con al-
gunos acres de tierra donde puedan cultivar sus propias verduras y
sientan que no dependen de la caridad de sus hermanos. ¡Con cuánta
paz y placer podrán mirar estos obreros gastados hacia la quietud
de un pequeño hogar que constituya el reconocimiento de sus justos
derechos al descanso!
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