Página 287 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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El cuidado de los obreros
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Vez tras vez nos hemos referido al deber que tenemos para con
estas personas, pero todavía no se ha tomado ninguna decisión defi-
nitiva al respecto. Como pueblo tenemos el deber de sentir la res-
ponsabilidad que tenemos en este asunto. Cada miembro de iglesia
debería interesarse en todo lo que concierne a la hermandad humana
y a la hermandad en Cristo. Somos miembros los unos de los otros;
si un miembro sufre, todos los demás sufren con él. Algo debe ha-
cerse, y la asociación debería poseer discernimiento espiritual para
que puedan comprender cuáles son los privilegios y comodidades
que estos obreros gastados necesitan y merecen.
Nuestros sanatorios, un refugio para los obreros
A menudo estos ministros necesitan cuidados y tratamientos es-
peciales. Nuestros sanatorios deberían constituir un refugio para los
tales y para todos nuestros obreros gastados que necesitan descanso.
Se les deberían proveer cuartos donde descansar y experimentar un
cambio, sin que tengan que sufrir la continua ansiedad de cómo han
de sufragar los gastos. Cuando los discípulos estaban agotados con
el trabajo, Cristo les dijo: “Venid vosotros aparte... y descansad un
poco”
Marcos 6:31
. Hoy el Señor quisiera que se hagan arreglos
para que sus siervos tengan la oportunidad de descansar y recuperar
sus fuerzas. Nuestros sanatorios deben abrir sus puertas a nuestros
laboriosos ministros, que han hecho todo lo que estaba de su parte
por recolectar fondos para la construcción y el sostenimiento de
estas instituciones, y toda vez que tengan necesidad de disfrutar de
las ventajas que se ofrecen en ellos, debería invitárselos a sentirse
en casa.
En ningún momento se les debe cobrar a estos obreros un precio
elevado por el cuarto y la comida, ni tampoco se los debe considerar
como mendigos, ni en ningún sentido deben hacerlos sentir de ese
modo aquellos que les ofrecen su hospitalidad. La manifestación
de liberalidad en el uso de los medios que Dios ha provisto para
sus siervos agotados y sobrecargados constituye una obra médica
genuina a su vista. Los obreros de Dios están unidos a él, y cuando
se los recibe hay que recordar que se recibe a Cristo en la persona de
sus mensajeros. El así lo requiere, y se siente deshonrado y ofendido
cuando se los trata con indiferencia o se los mira en menos o con
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