Una obra para los miembros de iglesia
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Aprendan a trabajar como Cristo trabajó. Unanse a su ejército de
obreros, y préstenle un servicio fiel.
Hay ocasiones en que es propio que los sábados los ministros
prediquen a nuestras iglesias sermones breves, llenos de la vida y el
amor de Cristo. Pero los miembros de la iglesia no deben esperar un
sermón cada sábado.
Recordemos que somos peregrinos y extranjeros en esta tierra,
que buscamos una patria mejor, a saber la celestial. Trabajemos
con tal fervor y devoción, que los pecadores sean atraídos a Cristo.
Los que se unieron al Señor y prometieron servirle están obligados
a participar con él en la gran y magnífica obra de salvar almas.
Desempeñen fielmente su parte durante la semana los miembros de
la iglesia, y relaten el sábado lo que han experimentado. La reunión
será entonces alimento a su tiempo, que infunda a todos los presentes
nueva vida y vigor. Cuando los hijos de Dios vean la gran necesidad
que hay de trabajar como trabajó Cristo por la conversión de los
pecadores, los testimonios que den en el culto del sábado estarán
llenos de poder. Con gozo relatarán la preciosa experiencia que han
adquirido al trabajar en favor de los demás.
Nuestros ministros no han de dedicar su tiempo a trabajar por
aquellos que ya han aceptado la verdad. Con el amor de Cristo ar-
diendo en su corazón, deben salir a ganar pecadores para el Salvador.
Junto a todas las aguas han de sembrar la simiente de verdad, visi-
tando un lugar tras otro para suscitar iglesia tras iglesia. Los que se
deciden por la verdad, deben ser organizados en iglesias, y luego el
predicador pasará adelante a otros campos igualmente importantes.
Tan pronto como se organice una iglesia, ponga el ministro a los
miembros a trabajar. Necesitarán que se les enseñe cómo trabajar con
éxito. Dedique el ministro más de su tiempo a educar que a predicar.
Enseñe a la gente a dar a otros el conocimiento que recibieron.
Aunque se debe enseñar a los nuevos conversos a pedir consejo a
aquellos que tienen más experiencia en la obra, también se les debe
enseñar a no poner al ministro en el lugar de Dios. Los ministros no
son sino seres humanos aquejados de flaquezas. Cristo es el único en
quien debemos buscar dirección. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y
habitó entre nosotros,... lleno de gracia y de verdad”. “Porque de su
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plenitud tomamos todos, y gracia por gracia”.
Juan 1:14, 16
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