Página 290 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
están manejando el dinero del Señor y que deben rendirle cuenta
acerca de la forma como lo han gastado.
Insto a los ancianos, que ya están por desconectarse de esta vida,
a que dispongan correctamente de los bienes del Señor antes de
dormir en Jesús. Recuerden que son mayordomos de Dios. Devuél-
vanle al Señor lo que es suyo mientras vivan. No dejen de atender
este asunto mientras todavía tienen uso de razón. A medida que
entramos en edad, tenemos el deber de colocar nuestros medios a
la disposición de los instrumentos que Dios ha establecido. Satanás
está utilizando toda clase de estratagemas con el fin de desviar de
la causa del Señor los medios que tanto se necesitan. Muchos están
comprometiendo el talento de sus medios en empresas mundanales,
cuando la causa de Dios necesita cada dólar para la promoción de
su verdad y la glorificación de su nombre. Pregunto: ¿no hemos de
hacernos tesoros en los cielos, en arcas que no envejecen? Quisiera
instar especialmente a los ancianos que pronto realizarán una dispo-
sición de sus medios, a que tomen en cuenta a los que han ministrado
fielmente en palabra y doctrina. Depositen sus medios allí donde
puedan ser invertidos en la causa de Dios, en caso de que fallen la
salud y la vida. De ese modo se podrán depositar de tal manera que
constantemente produzcan intereses.
Amonesto a la iglesia como conjunto, e individualmente a cada
uno de sus miembros, a que le devuelvan a Dios con intereses los
medios que les ha confiado. De esta forma se harán un tesoro en el
cielo. Que sus corazones sean leales a Jesús. Aunque sientan que
son el más insignificante de todos los santos, de todos modos son
miembros del cuerpo de Cristo, y mediante él están identificados
con todos sus agentes humanos y con la excelencia y el poder de
las inteligencias celestiales. Ninguno de nosotros vive nada más que
para sí. A cada uno se le ha asignado un puesto del deber, no para sus
propios intereses egoístas y mezquinos, sino para que la influencia de
cada uno contribuya a la fortaleza de todos. Si realmente creyéramos
que individualmente somos un espectáculo al mundo, a los ángeles
y a los hombres, ¿no manifestaríamos como iglesia un espíritu muy
diferente del que ahora manifestamos? ¿No seríamos una iglesia
viva y trabajadora?
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Se deberían mantener fluyendo constantemente las pequeñas
y grandes corrientes de beneficencia. La providencia de Dios va