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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
tomad a pecho esa tarea y veréis cuán ampliamente se beneficiará
con ello vuestra familia.
Sobre todo, los jóvenes que han adquirido la costumbre de leer
novelas recibirán beneficios de este estudio de la velada en casa.
Jóvenes de ambos sexos, leed las obras que puedan daros un conoci-
miento verdadero para contribuir a la ayuda de toda la familia. Decid
con firmeza: “No quiero perder un tiempo precioso leyendo lo que
no me reportará ningún provecho y que sólo puede impedirme ser
útil a los demás. Quiero consagrar mi tiempo y mis pensamientos a
hacerme capaz de servir a Dios. Quiero apartar los ojos de las cosas
frívolas y culpables. Mis oídos pertenecen al Señor, y no quiero
escuchar los raciocinios sutiles del enemigo. Mi voz no quedará, en
ninguna manera, a la disposición de una voluntad que no esté bajo
la influencia del Espíritu de Dios. Mi cuerpo es templo del Espíritu
Santo y emplearé todas las facultades de mi ser para perseguir un
noble fin”.
El Señor ha designado a los jóvenes para que acudan en su ayuda.
Si en cada iglesia, se consagraran a él, si manifestaran espíritu de
sacrificio en el hogar, aliviando a la madre de familia agotada por el
trabajo, ésta hallaría tiempo para visitar a sus vecinos, y los niños
podrían ellos también, cuando se presentara la ocasión, hacer algu-
nas diligencias con espíritu de compasión y amor. Los libros y las
revistas que tratan de la salud y de la temperancia podrían colocarse
en muchas casas. La difusión de esos impresos es algo importante,
porque gracias a ellos pueden comunicarse conocimientos precio-
sos acerca del tratamiento de las enfermedades, conocimientos que
resultarán en un gran beneficio para quienes no pueden pagar las
consultas de un médico.
Los padres deben tratar de interesar a sus hijos en el estudio de
la fisiología. Pocos jóvenes tienen un conocimiento preciso de los
misterios de la vida. Muchos padres no se interesan bastante en el
estudio del maravilloso organismo humano, de las relaciones y la
interdependencia de sus complicados órganos. Aunque Dios les dice:
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“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que
tengas salud, así como prospera tu alma” (
3 Juan 2
), no comprenden,
sin embargo, la influencia del cuerpo sobre el espíritu ni del espíritu
sobre el cuerpo. Dedican su atención a cosas triviales y luego alegan