Página 103 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El incendio de la Review and Herald
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caída de la espada de fuego que se blandía sobre Battle Creek. Ahora
ha llegado lo que yo temía: la noticia del incendio del edificio de la
Review and Herald. Cuando me llegó, no sentí ninguna sorpresa, y
no tenía ni una palabra que pronunciar. Lo que he tenido que decir
de vez en cuando en forma de advertencias no ha surtido ningún
efecto excepto el de endurecer a los que las oyeron, y ahora sólo
puedo decir: Lo siento mucho, de corazón, que haya sido necesario
experimentar este azote. Se había dado bastante luz. Si se hubiera
aprovechado, no se necesitaría más luz.
Se me ha ordenado decir a nuestro pueblo, a ministros y a miem-
bros laicos: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle
en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre
inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.
Isaías 55:6, 7
.
Que cada alma esté alerta. El enemigo os persigue. Sed vigilantes
y estad despabilados para que no os sobrecoja algún engaño bien
encubierto y genial. Que los descuidados e indiferentes se cuiden
para que el día del Señor no venga sobre ellos como ladrón en la
noche. Muchos se desviarán del sendero de la humildad y, echando a
un lado el yugo de Cristo, se dirigirán por caminos extraños. Ciegos
y desconcertados, dejarán el camino angosto que conduce a la ciudad
de Dios.
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Un hombre no puede ser cristiano a menos que sea un cristiano
despierto. El que vence ha de velar porque por medio de embro-
llos mundanales, el error y la superstición, Satanás se esfuerza por
ganarse a los seguidores de Cristo. No basta que evitemos los peli-
gros patentes y el proceder arriesgado. Hemos de mantenernos al
lado de Cristo, andando por el camino de la abnegación y sacrificio.
Estamos en terreno del enemigo. El que fue echado fuera del cielo
ha descendido con gran poder. Valiéndose de todos los artificios y
estratagemas posibles, procura llevar cautivas a las almas. A menos
que estemos en vela, fácilmente seremos presa de sus innumerables
engaños.
La experiencia de los discípulos en el Jardín de Getsemaní con-
tiene una lección para el pueblo de Dios hoy día. Llevando consigo
a Pedro, Jacobo y Juan, Cristo se fue al Getsemaní a orar. “Y les
dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.