Página 104 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese
posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las
cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa, mas no lo que yo
quiero, sino lo que tú. Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a
Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y
orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil”.
Marcos 14:34-38
.
Leed estas palabras cuidadosamente. Muchos están dormidos
hoy, como lo estaban los discípulos. No están velando y orando para
no caer en tentación. Leamos y estudiemos estos trozos de la Palabra
de Dios que aluden especialmente a estos últimos días y señalan los
peligros que amenazan al pueblo de Dios.
Necesitamos poseer una capacidad de percepción penetrante y
santificada. Esta perspicacia no se ha de utilizar para criticarse y
censurarse unos a otros, sino para discernir las señales de los tiempos.
Hemos de cuidar nuestros corazones con toda diligencia para que
nuestra fe no naufrague. Algunos que en un tiempo fueron creyentes
sólidos en la verdad se han vuelto descuidados con respecto a su
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bienestar espiritual y están cediendo, sin la menor resistencia, a las
bien trazadas tramas de Satanás. Ya es tiempo de que nuestro pueblo
saque a sus familias de las ciudades y las lleven a localidades más
retiradas, de lo contrario muchos de los jóvenes, y muchos también
de los de mayor edad, serán engañados y cautivados por el enemigo.
* * * * *
7 de enero de 1903
Todos estamos muy entristecidos por la noticia de la terrible
pérdida que ha sufrido la causa como resultado del incendio de las
oficinas de la Review and Herald. Dentro del espacio de uno o dos
años dos de nuestras instituciones más grandes han sido destruidas
por fuego. La noticia de esta reciente calamidad nos ha hecho la-
mentar profundamente, pero fue el Señor quien permitió que nos
sobrecogiera, y no debiéramos quejarnos, sino más bien aprender de
ella la lección que el Señor nos quiere enseñar.
La destrucción del edificio de la Review and Herald no debe pa-
sarse por alto como algo desprovisto de significado. Todo el que tiene
conexión con las oficinas debiera preguntarse: “¿En qué sentido me