Página 131 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El valor de la prueba
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Jesús le ama, y me alegra leer acerca de la experiencia por la
cual está atravesando, no porque es un sufridor, sino porque a mi
parecer esto es evidencia de que el Señor Jesús lo está probando
para ver si usted se acercará a él, si pondrá su confianza en él, y
hallará descanso y paz en su amor. Estoy orando para que venga
a él, quien es la Fuente de agua viva. Esta es la experiencia que
cada uno de nosotros debe tener si hemos de morar con Cristo para
siempre en las mansiones que ha ido a preparar para nosotros. Usted
tiene lecciones de la mayor importancia que aprender en la escuela
de Cristo, que lo llevarán a buscar su propia salvación con temor y
temblor.
Es cuando disfruta de prosperidad y los hombres hablan bien
de usted que está en mayor peligro. Manténgase alerta porque será
probado. Mi mayor temor ha sido que prospere demasiado y que no
logre aprender que su dependencia debe estar solamente en Dios.
Ha sido colocado en un puesto de la mayor confianza y honor, y ha
estado en peligro de turbarse y olvidarse de confiar en Dios. Ha sido
colocado donde puede ejercer una vasta influencia en favor del bien
si mantiene su vista fija en la gloria de Dios. Su Padre celestial lo
ama, y lo traerá a sí por medio de las pruebas que a usted le parecen
tan severas.
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Deseo fervientemente que tenga una libre entrada en la ciudad de
Dios, no como un acusado apenas perdonado, sino como vencedor.
Mi hermano, ¿no meditará usted sobre esto? Si se mantiene leal,
humilde y fiel en esta vida, se le dará amplia entrada. Entonces el
árbol de la vida será suyo, porque obtuvo la victoria sobre el pecado;
la ciudad cuyo artífice y hacedor es Dios será su ciudad. Sujete su
imaginación a las cosas invisibles. Que su mente se extasíe pensando
en las evidencias del gran amor que Dios le tiene. Al contemplar el
objeto que persigue, perderá todo sentido de dolor ocasionado por
las leves aflicciones que pronto pasarán.
La experiencia de Pablo
Copenhague, Dinamarca, 17 de julio de 1886
Pablo era un hombre que sabía lo que era ser partícipe de los
sufrimientos de Cristo. Estaría demás que yo repitiera la historia