Página 132 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
de sus tribulaciones. Su vida era de constante actividad, a pesar de
que era víctima de muchas enfermedades. Lo perseguían constan-
temente el odio y la mala voluntad de los judíos. Ellos se oponían
a él implacablemente y hacían todo lo que estaba a su alcance pa-
ra impedir su obra. Sin embargo, su voz repercute hasta nuestros
tiempos, diciendo: “Porque esta leve tribulación momentánea pro-
duce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;
no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven;
pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven
son eternas”. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo
presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros
ha de manifestarse”.
2 Corintios 4:17, 18
;
Romanos 8:18
. No es
exagerada la valoración de Pablo de los privilegios y ventajas de la
vida cristiana. Yo hablo sin titubeos sobre este asunto, porque sé por
experiencia que lo que él dice es verdad.
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Hay descanso en el amor de Dios
Pablo dice, además: “Porque todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis re-
cibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”
Romanos 8:14, 15
. Una de las lecciones que debemos aprender en
la escuela de Cristo es que el amor del Señor por nosotros es mucho
más grande que el de nuestros padres terrenales. Necesitamos una
fe indiscutible y una confianza perfecta en él. “El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos,
también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, si
es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados”.
Romanos 8:16, 17
.
Que el Señor le ayude, como discípulo diligente en la escuela
de Cristo, a aprender a poner sus cargas sobre Cristo. Y si es usted
libre en su amor, mirará por encima y más allá de estas pruebas
perturbadoras. Piense en lo que Cristo sufrió por usted y nunca olvide
que es parte de nuestro legado como cristianos ser partícipes con él
de sus sufrimientos, para que también participemos juntamente con
él de su gloria.