Página 135 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El valor de la prueba
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inclementes, cosa que nunca hizo Jesús. Él era puro, inmaculado, y
sin contaminación. No espere usted mejor suerte en esta vida que la
que tuvo el Príncipe de gloria. Cuando sus enemigos vean que pue-
den hacerle daño, se regocijarán, y Satanás también. Mire a Jesús,
y trabaje sinceramente para su gloria. Mantenga su corazón en el
amor de Dios.
Apartad la vista de los hombres
Puede ser que aún los miembros de la iglesia a la cual pertenece
digan cosas que le ofendan. Pero, siga adelante con calma y en
paz, siempre confiando en Jesús, recordando que no es dueño de
sí mismo, que es propiedad de Cristo, comprado por la sangre del
Hijo amado de Dios, y que está empeñado en su obra, procurando
traer bendición a la humanidad. Esta es una gran obra. No deje que
la perversidad de los hombres lo aparte de su firme confianza y fe
perdurable en las promesas de Dios.
A usted le duele cuando alguien por quien ha hecho mucho
se convierte en su enemigo, habiendo caído bajo una influencia
enemiga. ¿Pero no le hace usted lo mismo a Jesús al apartarse de él?
Él ha sido su mejor amigo. Ha hecho todo lo posible para merecer
su amor. Ha querido ganar su confianza. Le ha pedido que venga a él
con todas sus cargas y penas, y ha prometido proveerle descanso y
sosiego, si lleva usted su yugo y su carga. Él declara que su yugo es
fácil y ligera su carga. Demuestre que lo cree. Confíe en la palabra
de Dios. Usted nunca habría podido estar donde está, llevando las
responsabilidades que tiene, a menos que Jesús le hubiera dado
ayuda especial. Reconózcalo. Alabe a Dios por haberle sido de
ayuda, y confíe aún en él.
Que Cristo forme parte de su vida. No piense que usted es
responsable por el mal comportamiento de los demás, aunque sean de
la iglesia. En la iglesia hay personas infieles que tratan a Jesús peor
que a usted. Si él estuviera en la tierra, lo insultarían, lo injuriarían,
y lo denigrarían. “Es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de
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aquel hombre por quien viene el tropiezo!... Mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese
en lo profundo del mar”.
Mateo 18:7, 6
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