Los tiempos del tomo ocho
X I
dad, veían a Dios en la luz del sol, en las flores, en la hierba, en los
árboles, y en sus prójimos. Estas ideas raras pero cautivadoras, se
presentaron públicamente en un congreso de la Asociación General,
se defendieron abiertamente en el Colegio de Battle Creek, y se
divulgaron vez tras vez en el Sanatorio de Battle Creek. A la larga,
esta “nueva luz” se convirtió en tema de discusión cada vez que los
obreros adventistas del séptimo día se reunían informalmente o en
temporadas de concilios. Aunque era un asunto de profunda preo-
cupación para los dirigentes de la iglesia, sus esfuerzos por frenar
estas enseñanzas panteístas parecían completamente inefectivos.
Durante el invierno de 1902-03 el movimiento cobró ímpetu.
Luego se agudizó el problema con la publicación de un libro sobre
fisiología e higiene escrito en estilo popular, en el que un médico
destacado de la denominación expuso sutilmente estas ideas. El libro
fue publicado para ser vendido ampliamente por los adventistas del
séptimo día con el propósito de recaudar fondos para reconstruir el
Sanatorio de Battle Creek. A los dirigentes de la iglesia les pareció
que seguramente se llegaría a una crisis en el congreso de la Aso-
ciación General que se realizaría en la primavera de 1903, cuando
esperaban que la Sra. de White trataría claramente del asunto. Pero
cada vez que ella hablaba parecía hacerlo con restricción y presenta-
ba un mensaje en el cual apelaba a la unidad dentro de la obra y la
necesidad de obrar juntos con el mismo interés. Cuando terminó el
congreso de la Asociación General, todavía no se había encarado el
asunto.
Unos cuantos meses después, en el otoño de 1903, la Sra. de
White recibió instrucciones por medio de una visión de hacer frente
pronta y directamente a las doctrinas panteístas y de señalar los
[13]
peligros de las enseñanzas especulativas y espiritistas que las acom-
pañaban. La correspondencia despachada por ella desde California
llegó a manos de los hermanos en el Concilio Otoñal en Washington,
D. C., en el momento culminante de la crisis. Ahora todos podían ver
que Dios estaba dirigiendo y protegiendo su obra y, bajo la luz de los
mensajes del espíritu de profecía, todos decidieron ponerse del lado
de la verdad. Sin embargo, afuera en el campo había perplejidad,
inseguridad y confusión. Testimonios para la Iglesia, tomo 8, llevó
un mensaje sobre este asunto que de una manera certera definió la
verdad y así dejó que el error sobresaliera en alto relieve. Se encaró