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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
La causa de Dios no cambia
No ha de efectuarse ningún cambio en las características genera-
les de la causa de Dios. Ella ha de sobresalir tan clara y distintamente
como la profecía la ha delineado. No hemos de entrar en confedera-
ción con el mundo, suponiendo que si lo hacemos ganaremos más
terreno. Hermano mío, si usted entorpece el avance de la obra que
está siguiendo el rumbo que Dios ha señalado, lo desagradará en
gran manera. El mensaje de advertencia ha de ser dado, y después
que haya hecho usted su parte en la obra fielmente, no debe servirles
de estorbo a otros de los siervos de Dios impidiéndoles que salgan a
hacer la obra que deben hacer. El trabajo en favor de los degradados
y caídos no ha de convertirse en la principal y más importante línea
de trabajo. Esta obra ha de combinarse con la obra de instrucción en
las iglesias. Nuestro pueblo debe recibir instrucción acerca de cómo
auxiliar a las personas necesitadas y marginadas.
Ninguno de los aspectos de nuestra fe que nos ha hecho lo que
somos ha de aminorarse. Tenemos los antiguos hitos de la verdad,
la experiencia y el deber, y hemos de mantenernos firmes en la
defensa de nuestros principios delante del mundo. Con corazones
llenos de interés y solicitud, hemos de extender la invitación a los
que están en los caminos y vallados. Es preciso que se haga la obra
médica misionera. Pero ésta es solamente una parte de la obra que
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ha de hacerse, y no exclusivamente todo lo que hay que hacer. En
relación con la obra de Dios ella debe ser lo que es la mano para
el cuerpo. Puede ser que haya personas indignas relacionadas con
este ministerio; no obstante, nadie puede ignorar este ministerio sin
ignorar a Dios.
Palabra de precaución
Hermano mío, usted me ha sido presentado como alguien que
está en peligro de separarse de nuestro pueblo, creyéndose el único y
el todo. Pero si se une con aquellos que piensan como usted separado
de la iglesia, que es el cuerpo de Dios, formará una confederación
que ha de despedazarse, porque ninguna unión, salvo la que Dios ha
forjado, ha de prevalecer. Los que están recibiendo una educación
en los ramos médicos oyen insinuaciones de vez en cuando que