Página 169 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Una advertencia
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y ascensión lograron comprender su amor como nunca antes. Lo
habían visto expresado en su agonía en el huerto, en la sala del juicio,
y en su muerte sobre la cruz del Calvario.
Enseñar y sanar
El pueblo de Dios ha de ser uno. No ha de haber separatismo
dentro de su obra. Cristo envió a doce apóstoles, y más adelante
a los setenta discípulos, para predicar el evangelio y sanar a los
enfermos. “Y yendo dijo él, predicad, diciendo: El reino de los
cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad
muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.
Mateo 10:7, 8
. Y mientras salían a predicar el reino de Dios, les fue
dado poder para sanar a los enfermos y echar fuera a los espíritus
malignos. En la obra de Dios, la enseñanza y la sanidad nunca se
han de separar. Su pueblo guardador de los mandamientos ha se ser
uno. Satanás inventará toda clase de artificios para separar a los que
Dios quiere que sean una cosa. Pero el Señor se revelará como un
Dios de juicio. Estamos trabajando a la vista de un huésped celestial.
Hay un Vigilante divino en nuestro medio, que escudriña todo plan
que se traza y todo lo que se lleva a cabo.
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