Página 175 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El esfuerzo unido
Cooranbong, Australia,
15 de abril de 1899.
A un médico perturbado
Mi querido hermano,
Tengo un profundo interés en usted y en su trabajo. Ruego al Se-
ñor que guíe mi pluma al escribirle. El Señor lo ha hecho un hombre
de su elección, y los ángeles de Dios han sido sus ayudadores. El
Señor lo ha colocado en el puesto que ocupa ahora, no porque sea
usted infalible, sino porque él desea guiar su mente por medio del
Espíritu Santo. Él desea que imparta el conocimiento de la verdad
presente a todos aquellos con quienes se relaciona. Se le han enco-
mendado graves responsabilidades, y de ninguna manera debiera
dejarse envolver en tareas que vayan a debilitar su influencia entre
los adventistas del séptimo día. El Señor lo ha escogido para que
ocupe un lugar designado por él, ante la profesión médica, no para
ser moldeado por las influencias mundanales, sino para moldear las
mentes de otros. Diariamente necesita estar bajo la supervisión de
Dios. Él es su Hacedor, su Redentor. Él le tiene una obra reservada
para que la lleve a cabo unido a los adventistas del séptimo día y
no separado de ellos. Sea usted una bendición para sus hermanos,
impartiéndoles el conocimiento que él le ha dado.
Dios ha actuado por medio de usted y anhela aún seguir traba-
jando, honrándolo al encomendarle deberes importantes. “Porque
nosotros somos colaboradores de Dios”.
1 Corintios 3:9
. Él nos uti-
lizará, a usted, a mí y a todo ser humano que se inicie en su servicio,
si nos sometemos a su dirección. Cada cual ha de mantenerse en
su torre de vigilancia, escuchando atentamente lo que el Espíritu
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tiene que decirle, recordando que todas sus palabras y actos dejan
su impresión, no sólo sobre su propio carácter, sino sobre el de las
personas con quienes se asocia.
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