Página 185 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Palabras de aliento
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Una obra global
El Señor me ha mostrado que si el enemigo pudiera descarrilar la
obra de Dios por vías equivocadas, y así impedir su avance, lo haría.
Muchos de entre nuestro pueblo han hecho grandes inversiones sin
haberse sentado a calcular el costo, sin averiguar si había bastante
dinero para llevar adelante la obra que se inició. Ha habido falta de
previsión. Muchos han perdido de vista la realidad de que la viña
del Señor abarca el mundo entero.
Las entradas fijas de los sanatorios no han de desembolsarse
para sostener los múltiples ramos de la obra en favor de las clases
bajas en nuestras ciudades pecaminosas. Muchos de los recursos que
se han empleado para sostener esta gran obra, que crece cada día
más, deberían haberse usado, por orden del Señor, para establecer
instalaciones en otros países donde la luz de la reforma pro salud no
ha brillado. Se debieron haber edificado en muchos países sanatorios
menos costosos que los que se construyen en los Estados Unidos.
De esta manera se habrían creado instalaciones que, al desarrollarse,
hubieran ayudado a levantar establecimientos en otros lugares.
El Señor es imparcial. Pero no ha sido bien representado por sus
obreros. Lo que debió haberse hecho en muchos lugares de su viña
fue entorpecido en gran manera porque hombres en el seno de la
obra dejaron de ver cómo podía hacerse progresar el trabajo en los
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sectores más distantes de la viña. En algunos sectores del campo la
tarea se ha hecho descomedidamente. Así se ha absorbido dinero
que pudo haberse usado para facilitar el avance sin obstáculo de los
obreros para establecer el estandarte de la verdad en lugares nuevos.
No se debe privar de recursos a algunas porciones de la viña para
emplearlos descuidadamente en otras.
El hombre juzga conforme a su criterio limitado. Dios mira la
clase de fruto que lleva el árbol, y después lo juzga. En el nombre
del Señor pido a todos que piensen en la obra que estamos llamados
a hacer y cómo ella ha de ser sostenida. La viña del Señor es el
mundo, y hay que labrarla.
No es el gran número de instituciones, los grandes edificios ni
el despliegue exterior lo que Dios exige, sino más bien la acción
armoniosa de un pueblo escogido por él y caro ante su vista, unido,
y su vida escondida con Cristo en Dios. Todo hombre ha de estar