Página 204 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
ser reprimidos. ¿Podemos nosotros entonces sorprendemos de que
haya una gran ceguera espiritual?
Los que están empeñados en el ministerio evangélico necesitan
aprender la mansedumbre y humildad de Cristo, y estar cabalmente
convertidos, para que sus vidas puedan dar testimonio a un mundo
muerto en delitos y pecados, de que han nacido de nuevo. Los
obreros médicos misioneros también necesitan estar convertidos.
Cuando se conviertan, su influencia será una fuerza en favor del bien
en el mundo. Estarán dispuestos a recibir consejos y ayudar a sus
hermanos, porque han sido santificados en la verdad. Diariamente
recibirán ricas provisiones de gracia del cielo para impartir a los
demás.
A cada uno de los que el Señor ha designado como sus agentes,
les envía el mensaje:
“Asumid vuestra posición en vuestro puesto del deber, y luego
manteneos firmes en el bien”. A todos se me manda decir: “Hallad
vuestro lugar. No aceptéis las opiniones antojadizas de hombres que
no son enseñados por Dios. Cristo espera daros una mejor compren-
sión de las cosas celestiales, para acelerar vuestro pulso espiritual
dándole nuevos bríos. Dejad ya de subordinar las demandas de los in-
tereses eternos futuros a los asuntos comunes de esta vida. “Ninguno
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puede servir a dos señores”.
Mateo 6:24
. ¡Despertad, hermanos,
despertad!
Los alcances de la obra médica misionera evangélica no se en-
tienden debidamente. La obra médica misionera que se requiere
ahora es la que fue delineada en la comisión que Cristo dio a sus
discípulos poco antes de su ascensión. “Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra dijo él. Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo”.
Mateo 28:18-20
.
Estas palabras designan nuestro campo de acción y nuestra labor.
Nuestro campo es el mundo; nuestra obra, la proclamación de las
verdades que Cristo vino al mundo a proclamar. A hombres y muje-
res ha de brindárseles la oportunidad de obtener un conocimiento
de la verdad presente, la oportunidad de saber que Cristo es su Sal-
vador; que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su