Página 211 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Cristo, nuestro ejemplo
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últimos días. Muchos de aquellos sobre quienes la luz de la vida
sacrificada del Salvador brilla, rehúsan vivir una vida de acuerdo a
su voluntad. No están dispuestos a vivir una vida de sacrificio por
el bien de otros. Anhelan exaltarse ellos mismos. Para los tales la
verdad y la justicia han perdido su significado y su influencia no
cristiana hace que muchos le den la espalda al Salvador. Dios llama
a obreros leales y constantes, cuyas vidas contrarresten la influencia
de los que trabajan en contra suya.
La instrucción que he recibido para todo obrero médico misione-
ro es esta: Seguid a vuestro Jefe. Él es el camino, la verdad y la vida.
Es vuestro ejemplo. Sobre los hombros de todo médico misionero
descansa la responsabilidad de tener presente la vida de servicio
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abnegado de Cristo. Deben mantener su vista fija en Jesús, el Autor
y Consumador de su fe. Él es la Fuente de toda luz, la fuente de toda
bendición.
Una firme posición en favor del bien
Dios les pide a sus obreros, en esta era de piedad enfermiza
y de principios pervertidos, que revelen una espiritualidad sana e
influyente. Mis hermanos y hermanas, esto lo exige Dios de vosotros.
Cada jota de vuestra influencia debe usarse en favor de Cristo. Debéis
ahora llamar las cosas por su debido nombre y manteneros firmes
en defensa de la verdad como es en Jesús.
Incumbe a cada alma cuya vida está escondida con Cristo en Dios
adelantarse ahora y contender por la fe una vez dada a los santos. La
verdad debe defenderse y el reino de Dios fomentarse como lo sería
si Cristo estuviera en la tierra en persona. Si él estuviera aquí, se
vería motivado a reprender a muchos que no han elegido aprender
la mansedumbre y la humildad del gran Médico misionero, pese a
que profesan ser misioneros médicos. En las vidas de algunos que
ocupan puestos elevados dentro de la obra médica misionera, el yo
ha sido exaltado. Hasta que los tales se deshagan de todo deseo de
exaltar el yo, no podrán discernir el carácter de Cristo, ni tampoco
podrán hacer la obra que él hizo.
Cuando el Espíritu Santo rija la mente de los miembros de nues-
tras iglesias, se verá en ellas una norma mucho más alta que la que
se ve ahora en el habla, en el ministerio y en la espiritualidad. Los