Página 223 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Cómo debe ser educada la juventud
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Cristo vivió la vida de un verdadero médico misionero. Es su
deseo que estudiemos su vida con diligencia para que aprendamos a
trabajar como él.
Su madre fue su primera maestra humana. De sus labios y de los
pergaminos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Vivió en
un hogar de campesino, fiel y alegremente cumpliendo su parte de
los deberes hogareños. Había sido el Comandante de los cielos, y
los ángeles se habían gozado en cumplir sus mandatos. Ahora era un
siervo dispuesto, un hijo amante y obediente. Aprendió un oficio y
con sus propias manos trabajaba en el taller de carpintero con José.
Vestido con el traje sencillo de un jornalero común caminaba por las
calles del pequeño pueblo, yendo y viniendo de su humilde empleo.
La gente de aquel tiempo determinaba el valor de las cosas por
su apariencia exterior. A medida que la religión perdía su fuerza,
aumentaba en pompa. Los educadores de aquel tiempo procuraban
ganarse el respeto por medio del despliegue y la ostentación. Ante
todo esto, la vida de Jesús presentaba un contraste marcado. Median-
te ella demostraba la invalidez de aquellas cosas que los hombres
consideraban como las más necesarias de la vida. Él no procuraba
las escuelas de su tiempo, con su engrandecimiento de las cosas
pequeñas y el empequeñecimiento de las grandes. Recibió su edu-
cación de fuentes celestiales, por medio del trabajo útil, el estudio
de las Escrituras y de la naturaleza, y de las experiencias de la vida:
los libros de texto de Dios, llenos de instrucción para todos los que
se allegan a ellos con corazones dispuestos, con discernimiento y
espíritu de entendimiento.
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“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la
gracia de Dios era sobre él”.
Lucas 2:40
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Así preparado, salió a cumplir su misión, ejerciendo en todo
momento de su roce con los hombres una influencia de bendición, de
un poder transformador, tal como el mundo jamás había presenciado.
Palabras de advertencia
Vivimos en un tiempo de especial peligro para la juventud. Sa-
tanás sabe que el fin del mundo viene pronto, y está determinado a