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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
no ha de ser un reino aparte. Es esencial que los principios que
gobiernan los asuntos de la Asociación General sean mantenidos
en el manejo de la obra de publicaciones y del sanatorio. Ninguno
debe pensar que la rama de la obra con la cual está vinculado es de
muchísima más importancia que las demás.
“La obra educativa debe ser hecha en todo sanatorio que se
establezca. El gobierno de la obra está en manos de Dios, y ninguno
debe pensar que todo lo que se haga en los sanatorios ya establecidos
tenga que ser sometido primero a la consideración de un grupo
de hombres. Dios prohíbe este proceder. El mismo Dios que les
ha impartido instrucción a los médicos de Battle Creek, también
instruirá a los hombres y mujeres llamados a servir al Maestro en
las diferentes partes de su viña.
“Se están fraguando leyes y arreglos humanos que no tienen la
aceptación de Dios. No resultarán un olor de vida para vida. Me veo
constreñida a levantar en alto la señal de peligro. Los gerentes de
cada una de nuestras instituciones necesitan ser más entendidos con
respecto a su trabajo particular, sin depender de otra institución, sino
más bien mirando hacia Dios como su instructor y manifestando
su fe en él mediante un servicio generoso, preservando a la vez la
identidad de su propio trabajo. Entonces desarrollarán talentos y
habilidades”.
* * * * *
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Cristo pide de nosotros un servicio de un carácter más elevado
del que le ha sido prestado hasta ahora. Mediante el recibimiento
del poder del Espíritu Santo, los hombres que ocupan puestos de
responsabilidad deben revelar al Redentor con mayor claridad que
nunca antes. El Dios infinito amó al mundo de tal manera que dio a
su Hijo unigénito como sacrificio en nuestro favor para que nosotros,
al recibirlo por fe y practicar sus virtudes, no perezcamos sino que
tengamos vida eterna. Hermanos míos, ¿cómo suponéis vosotros
que él considera la falta de entusiasmo espiritual que se manifiesta
con respecto al relato de la ofrenda expiatoria infinita hecha para
nuestra salvación?
Toda ambición humana, toda jactancia, ha de echarse por tierra.
El yo, el yo pecaminoso, debe ser abatido y no exaltado. Por medio