Página 246 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
No se honra a Dios
Aquel que ve debajo de la superficie, que lee los corazones de
todos los hombres, habla así de quienes han tenido grandes luces:
“No se afligen ni se sorprenden de su estado moral y espiritual”. “Y
porque escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abomi-
naciones, también yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre
ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no
oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron
lo que me desagrada”. “Por esto Dios les envía un poder engañoso,
para que crean la mentira...” “por cuanto no recibieron el amor de la
verdad para ser salvos” “sino que se complacieron en la injusticia”.
Isaías 66:3, 4
;
2 Tesalonicenses 2:11, 10, 12
.
El Maestro celestial preguntó: “¿Qué engaño más grave puede
seducir la mente que el que os hace creer que estáis construyendo
sobre un buen fundamento y que Dios acepta vuestro trabajo, cuando
en realidad estáis haciendo muchas cosas conforme a las ideas del
mundo y pecando contra Jehová? Es grande el extravío y fascinante
la alucinación que se apoderan de las mentes, cuando los hombres
que han conocido la verdad adoptan la forma de la piedad en vez
de su espíritu y potencia; cuando suponen que son ricos y que no
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necesitan nada, y en realidad lo necesitan todo”.
Dios no ha cambiado para con sus siervos que guardan sus vesti-
duras sin manchas. Sin embargo, muchos dicen: “Paz y seguridad”,
entretanto que una ruina repentina va a sobrecogerlos. Nunca entra-
rán los hombres al cielo, a menos que se arrepientan cabalmente,
humillen su corazón por la confesión de sus pecados y reciban la
verdad tal como es en Jesús. Cuando la purificación se efectúe en
nuestras filas, no permaneceremos más tiempo ociosos, enorgulleci-
dos de nuestras riquezas y de que nada nos falta.
Quién puede decir con verdad: “Nuestro oro es probado en el
fuego y nuestros vestidos no están manchados por el mundo”? He
visto a nuestro Instructor señalar vestiduras que se daban por justicia.
Al desgarrarlas, puso al descubierto la suciedad que cubrían. Luego
me dijo: No puedes ver con qué falsedad cubrieron su inmundicia y
la corrupción de su carácter? ‘¿Qué, pues, la ciudad fiel ha venido a
ser una ramera?’ ¡La casa de mi Padre es hecha un lugar de comercio,