Página 25 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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La gran comisión
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acerca del Salvador, acerca de su vida de amor abnegado, su muerte
ignominiosa, su amor sin parangón e inmutable. Su nombre había
de ser su consigna, su vínculo de unión. En su nombre habían de
subyugar las fortalezas del pecado. La fe en su nombre había de
señalarlos como cristianos.
Al dar más indicaciones a los discípulos, Cristo dijo: “Recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra”. “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre
sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén,
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Hechos 1:8
;
Lucas
24:49
.
En obediencia a la palabra de su Maestro, los discípulos se con-
gregaron en Jerusalén para aguardar el cumplimiento de la promesa
de Dios. Allí pasaron diez días que dedicaron a escudriñar profun-
damente su corazón. Desecharon todas las divergencias y unánimes
se acercaron unos a otros en compañerismo cristiano.
Al fin de los diez días, el Señor cumplió su promesa con un
derramamiento maravilloso de su Espíritu. “Y de repente vino del
cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó
toda la casa donde estaban sentados: y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar
en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. “...y se
añadieron aquel día como tres mil personas”.
Hechos 2:2-4; 41
.
“Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el
Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”.
Marcos 16:20
. No obstante la fiera oposición que los discípulos
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encontraron, en poco tiempo el evangelio del reino fue proclamado
en todas las partes habitadas de la tierra.
La comisión dada a los discípulos nos es dada a nosotros también.
Hoy como entonces, el Salvador crucificado y resucitado debe ser
exaltado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el
mundo. El Señor llama a pastores, maestros y evangelistas. De puerta
en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación.
Las nuevas del perdón por medio de Cristo han de ser comunicadas
a toda nación, tribu, lengua y pueblo.