Página 26 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con
expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardan-
do la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver
en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se
necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares,
sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor:
“Pasa... y ayúdanos”. Ricos y pobres, humildes y encumbrados, están
pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad tal cual
es en Jesús. Cuando oigan el evangelio predicado con poder de lo
alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y responderán
a la invitación: “Venid, que ya todo está preparado”.
Lucas 14:17
.
Las palabras: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura” (
Marcos 16:15
), se dirigen a todos los que siguen
a Cristo. Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están
ordenados para trabajar por la salvación de sus semejantes. Ha de
manifestarse en ellos el mismo anhelo que él sintió en su alma por
la salvación de los perdidos. No todos pueden desempeñar el mismo
cargo, pero hay cabida y trabajo para todos. Todos aquellos a quie-
nes han sido concedidas las bendiciones de Dios deben responder
sirviendo realmente; y han de emplear todo don para el progreso de
su reino.
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Una promesa inmutable
Cristo hizo provisión completa para que continuara la obra con-
fiada a sus discípulos, y se encargó él mismo de la responsabilidad
de su éxito. Mientras ellos obedecieran a su palabra y trabajasen
en relación con él, no podían fracasar. Id a todas las naciones, les
ordenó. Id a los confines más lejanos del globo habitable, y sabed
que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza; porque
nunca llegará el momento en que os abandone.
A nosotros también se dirige la promesa de la presencia perma-
nente de Cristo. El transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa
que hizo al partir. Él está con nosotros hoy tan ciertamente como
estuvo con los discípulos, y estará con nosotros “hasta el fin”.
“Id a predicar el evangelio a todas las naciones” nos dice el
Salvador, “para que puedan llegar a ser hijos de Dios. Os acompaño
en esta obra, enseñándoos, guiándoos, y fortaleciéndoos, dándoos