Página 256 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
mismo no puede intervenir; que la naturaleza está dotada de ciertas
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propiedades y sujeta a ciertas leyes, y luego abandonada a sí misma
para que obedezca a estas leyes y cumpla la obra originalmente
ordenada.
Esta es una falsa ciencia. En la Palabra de Dios no hay nada que
pueda sostenerla. Dios no anula sus leyes, sino que obra continua-
mente por su intermedio y las usa como sus instrumentos. Ellas no
operan independientemente. Dios está obrando perpetuamente en la
naturaleza. Ella es su sierva, y él la dirige como a él le place. En su
obra, la naturaleza atestigua la presencia inteligente y la interven-
ción activa de un Ser que actúa en todas sus obras de acuerdo con
su voluntad. No es por un poder original inherente a la naturaleza
como año tras año la tierra produce sus dones y continúa su marcha
alrededor del sol. La mano del poder infinito obra de continuo para
guiar este planeta. Lo que le conserva su posición durante la rotación
es el poder de Dios ejercido a cada momento.
El Dios del cielo obra constantemente. Su poder hace florecer
la vegetación, aparecer cada hoja y abrirse cada flor. Cada gota
de lluvia o copo de nieve, cada brizna de hierba, cada hoja, flor y
arbusto, testifican acerca de Dios. Estas cosas pequeñas que son
tan comunes en derredor nuestro enseñan la lección de que nada
es demasiado humilde para que lo note el Dios infinito; nada es
demasiado pequeño para su atención.
El mecanismo del cuerpo humano no puede comprenderse ple-
namente; contiene misterios que dejan perplejo al más inteligente. Si
el pulso late y una respiración sigue a la otra, no es como resultado
de un mecanismo que una vez puesto en movimiento, sigue funcio-
nando. En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Cada
respiración, cada palpitación del corazón constituyen una evidencia
continua del poder de un Dios siempre presente.
Dios es el que hace salir el sol en los cielos. Él abre las ventanas
de los cielos y da lluvia. Él hace crecer la hierba sobre los montes.
“Da nieve como lana, y derrama la escarcha como ceniza”. “A su voz
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se produce muchedumbre de aguas en el cielo... hace los relámpagos
con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos”.
Salmos 147:16
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Jeremías 10:13
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