Página 287 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El falso y el verdadero conocimiento de Dios
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Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo resucitado de los
muertos, Cristo ascendido a lo alto, es la ciencia de la salvación que
hemos de aprender y enseñar.
“El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Filipenses 2:6-8
.
“Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios...” “Por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre
para interceder por ellos”.
Romanos 8:34
;
Hebreos 7:25
.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compa-
decerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Hebreos 4:15
.
[303]
He aquí la sabiduría infinita, el amor infinito, la justicia infinita, la
misericordia infinita: “la profundidad de las riquezas de la sabiduría
y de la ciencia de Dios”.
Romanos 11:33
.
* * * * *
Es a través del don de Cristo que nosotros recibimos toda ben-
dición. Por ese don nos llega a diario la corriente inagotable de la
bondad de Jehová. Cada flor, con sus tintes delicados y dulce fragan-
cia, es dada para nuestro deleite por medio de ese mismo Don. El sol
y la luna fueron creados por él; no hay estrella que embellezca los
cielos que él no haya hecho. No hay artículo comestible sobre nues-
tras mesas que él no haya provisto para nuestro sostén. El nombre
de Cristo está escrito sobre todo ello. Todas las cosas son provistas
al hombre a través de aquel sólo Don inefable, el unigénito Hijo de
Dios. Él fue clavado sobre la cruz para que todos estos beneficios
puedan fluir hacia la creación de Dios.
* * * * *
El fruto del árbol de la vida en el Huerto de Edén poseía virtudes
sobrenaturales. Comer de él era vivir para siempre. Su fruto era el
antídoto de la muerte. Sus hojas eran para el sostenimiento de la