Página 30 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

Basic HTML Version

26
Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
evangelio llegaron a ser sus campeones. Se cumplía la profecía: “...el
que entre ellos fuere débil, en aquel tiempo será como David; y la
casa de David como Dios, como el ángel de Jehová”.
Zacarías 12:8
.
Cada cristiano veía en su hermano la divina similitud del amor y la
benevolencia. Un solo interés prevalecía. Un objeto de emulación
absorbía a todos los demás. La única ambición de los creyentes
consistía en revelar un carácter semejante al de Cristo y trabajar para
el engrandecimiento de su reino.
“Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resu-
rrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.
Hechos 4:32
. Gracias a sus labores se añadieron a la iglesia hom-
bres elegidos, quienes, recibiendo la Palabra de vida, consagraron
su existencia a la obra de comunicar a otros la esperanza que ha-
bía llenado su corazón de paz y gozo. Centenares proclamaron el
mensaje: “El reino de Dios se ha acercado”.
Marcos 1:15
. No se los
podía restringir ni intimidar por amenazas. El Señor hablaba por su
medio, y dondequiera que fueran, los enfermos eran sanados y el
evangelio era predicado a los pobres.
Tal es el poder con que Dios puede obrar cuando los hombres se
entregan al control de su Espíritu.
A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos,
pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará hoy a hombres y
mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que, en el día de
Pentecostés, oyeron la palabra de salvación. En este mismo momento
su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesiten y quieran
aceptar su palabra al pie de la letra.
Notemos que el Espíritu fue derramado después que los discípu-
los hubieron llegado a la unidad perfecta, cuando ya no contendían
[28]
por el puesto más elevado. Eran unánimes. Habían desechado todas
las diferencias. Y el testimonio que se da de ellos después que les fue
dado el Espíritu es el mismo. Notemos la expresión: “Y la multitud
de los que habían creído era de un corazón y un alma...”.
Hechos
4:32
. El Espíritu de Aquel que había muerto para que los pecadores
vivieran animaba a toda la congregación de los creyentes.
Los discípulos no pidieron una bendición para ellos mismos.
Sentían preocupación por las almas. El evangelio había de ser pro-
clamado hasta los confines de la tierra y solicitaban la medida de