Página 31 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

Basic HTML Version

El poder prometido
27
poder que Cristo había prometido. Entonces fue cuando se derramó
el Espíritu Santo y miles se convirtieron en un día.
Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las di-
sensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan
con fe la bendición prometida, y ella les vendrá. El derramamiento
del Espíritu en los días de los apóstoles fue “la lluvia temprana”, y
glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante.
¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en los postreros días?
“Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también
os anunció que os restauraré doble”. “Pedid a Jehová lluvia en la
estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante,
y hierba verde en el campo a cada uno”.
Zacarías 9:12; 10:1
.
Cristo declaró que la influencia divina del Espíritu había de
acompañar a sus discípulos hasta el fin. Pero la promesa no es
apreciada como debiera serlo; por lo tanto, su cumplimiento no se
ve como debiera verse. La promesa del Espíritu es algo en lo cual
se piensa poco; y el resultado es tan sólo lo que podría esperarse:
sequía, tinieblas, decadencia y muerte espirituales. Los asuntos de
menor importancia ocupan la atención y, aunque es ofrecido en
su infinita plenitud, falta el poder divino que es necesario para el
crecimiento y la prosperidad de la iglesia y que traería todas las otras
bendiciones en su estela.
[29]
La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el minis-
terio evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo
don natural o adquirido; pero, sin la presencia del Espíritu de Dios,
ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para
Cristo. Por otro lado, si sus discípulos más pobres y más ignorantes
están vinculados con Cristo, y tienen los dones del Espíritu, tendrán
un poder que se hará sentir sobre los corazones. Dios hará de ellos
conductos para el derramamiento de la influencia más sublime del
universo.
¿Por qué no tener hambre y sed del don del Espíritu, puesto que
es el medio por el cual hemos de recibir poder? ¿Por qué no hablamos
de él, oramos por él, y predicamos acerca de él? El Señor está más
dispuesto a darnos el Espíritu Santo que los padres a dar buenas
dádivas a sus hijos. Todo obrero debiera solicitar a Dios el bautismo
del Espíritu. Debieran reunirse grupos para pedir ayuda especial,
sabiduría celestial, a fin de saber cómo hacer planes y ejecutarlos