Página 32 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
sabiamente. Debieran los hombres pedir especialmente a Dios que
otorgue a sus misioneros el Espíritu Santo.
La presencia del Espíritu con los obreros de Dios dará a la
presentación de la verdad un poder que no podrían darle todos los
honores o la gloria del mundo. El Espíritu provee la fuerza que
sostiene en toda emergencia a las almas que luchan, en medio de la
frialdad de sus parientes, el odio del mundo y la comprensión de sus
propias imperfecciones y equivocaciones.
El celo por Dios movió a los discípulos a dar testimonio de la
verdad con gran poder. ¿No debiera este celo encender en nuestro
corazón la resolución de contar la historia del amor redentor de
Cristo, y de éste crucificado? ¿No vendrá hoy el Espíritu de Dios
en respuesta a la oración ferviente y perseverante, para llenar a
los hombres de un poder que los capacite para servir? ¿Por qué es
entonces la iglesia tan débil e inerte?
Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar
la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su
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nombre llevaran frutos para su gloria, ¡cuán prestamente quedaría
sembrada en el mundo la semilla del evangelio! La última mies
maduraría rápidamente, y Cristo vendría para recoger el precioso
grano.
Mis hermanos y hermanas, rogad por el Espíritu Santo. Dios
respalda toda promesa que ha hecho. Con la Biblia en la mano,
decid: “He hecho como tú dijiste. Presento tu promesa: ‘Pedid, y
se os dará; llamad, y se os abrirá’”. Cristo declara: “Por tanto, os
digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os
vendrá”. “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.
Mateo 7:7
;
Marcos
11:24
;
Juan 14:13
.
El arco iris que rodea el trono nos asegura que Dios es fiel; que
en él no hay mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra
él y no merecemos su favor; sin embargo, él mismo pone en nuestros
labios la más admirable de las súplicas: “Por amor de tu nombre no
nos deseches, ni deshonres tu glorioso trono; acuérdate, no invalides
tu pacto con nosotros”.
Jeremías 14:21
. Él se ha comprometido
a prestar oído a nuestro clamor cuando acudimos a él y confesa-
mos nuestra indignidad y pecado. El honor de su trono garantiza el
cumplimiento de la palabra que nos dirige.