Página 300 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Los solemnes mensajes que en el Apocalipsis se dieron en su
orden deben ocupar el primer lugar en el pensamiento de los hijos
de Dios. No debemos permitir que nuestra atención sea cautivada
por otra cosa.
Un tiempo precioso pasa rápidamente y hay peligro de que mu-
chos se dejen robar el tiempo que debieran dedicar a la proclamación
del mensaje que Dios envió a un mundo caído. Satanás está satis-
fecho cuando nota cómo se dejan desviar las mentes que debieran
estar ocupadas en el estudio que concierne a las realidades eternas.
El testimonio de Cristo, que reviste el carácter más solemne, de-
be ser dado al mundo. En todo el libro del Apocalipsis se encuentran
promesas preciosas y alentadoras, así como advertencias del signifi-
cado más solemne. ¿No querrán leer el testimonio dado por Cristo a
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su discípulo Juan los que pretenden poseer un conocimiento de la
verdad? En él, no hay suposiciones ni engaños científicos. Contiene
verdades que atañen a nuestro bienestar presente y futuro. ¿Por qué
mezclar la paja con el grano?
El mensaje a Sardis
“Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: El que tiene los siete
espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus
obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante,
y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado
tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has
recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré
sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
“Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado
sus vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Apocalipsis
3:1-6
.
El mensaje a la iglesia de Filadelfia
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo,
el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he