Página 304 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Autores ateos
Muchos piensan que para obtener una educación es preciso estu-
diar las obras de escritores que enseñan el ateísmo porque sus obras
contienen joyas prístinas del pensamiento humano. ¿Pero quién fue
el originador de estas joyas intelectuales? Fue Dios, y sólo él. Él es
la fuente de toda luz. ¿Entonces por qué hemos de detenemos en
el estudio de las obras de paganos y ateos, repletas de errores para
entresacar algunas verdades intelectuales, cuando tenemos toda la
verdad a nuestra disposición?
Existe una razón por la cual estos hombres a veces exhiben una
sabiduría admirable. El mismo Satanás fue educado en los atrios
celestiales y posee un conocimiento tanto del bien como del mal.
Entreteje lo noble y lo vil, y esto es lo que le da el poder para engañar.
Pero, porque Satanás se viste con el ropaje esplendoroso del cielo,
¿lo aceptaremos como ángel de luz? El tentador tiene sus agentes,
educados conforme a sus métodos, inspirados por su espíritu, y adap-
tados a su obra. ¿Acaso vamos a cooperar con ellos? ¿Aceptaremos
las obras de sus agentes como requisito para la adquisición de una
educación?
“¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie”.
Job 14:4
. ¿Podremos
entonces esperar que la juventud mantenga sus principios cristia-
nos y desarrolle un carácter cristiano mientras su educación está
mayormente influenciada por las enseñanzas de paganos, ateos, e
infieles?
Si el tiempo y la energía que se emplean en querer captar las
ideas brillantes de los incrédulos se dedicaran al estudio de las
cosas preciosas de la Palabra de Dios, miles de los que yacían en
la oscuridad y en la sombra de muerte se estarían regocijando en el
esplendor de la Luz de la vida.
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Tradiciones históricas y teológicas
Muchos de los que procuran prepararse para la obra del Señor
piensan que es de rigor acumular grandes tomos de escritos históri-
cos y teológicos. Suponen que el estudio de estas obras les será de
gran beneficio para aprender cómo allegarse a la gente. Se equivo-
can. Cuando yo veo estantes repletos de estos libros, algunos de los