La importancia de buscar el verdadero conocimiento
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ciencia humana, como los cielos son más altos que la tierra. La men-
te ha de disciplinarse, educarse, y adiestrarse; porque debemos servir
a Dios en formas que no están en armonía con las inclinaciones inna-
tas. Hay tendencias hacia el mal hereditarias y cultivadas que deben
ser vencidas. Frecuentemente, la formación y la educación de toda
una vida tienen que ser descartadas para que uno se haga discípulo
en la escuela de Cristo. Debemos educar nuestros corazones para
que lleguen a ser constantes en Dios. Hemos de formar hábitos de
pensamiento que nos capaciten para resistir la tentación. Tenemos
que aprender a poner la mira en las cosas de arriba. Debemos enten-
der de qué manera se aplican a nuestra vida diaria los principios de
la Palabra de Dios: principios que son tan altos como los cielos y
que abarcan la eternidad. Cada acto, cada palabra, cada pensamiento,
ha de estar de acuerdo con esos principios.
Las preciosas gracias del Espíritu Santo no se desarrollan en un
momento. El valor, la fortaleza, la humanidad, la fe, la invariable
confianza en el poder de Dios para salvar, se adquieren mediante la
experiencia de años. Una vida de esfuerzo santificado y de inque-
brantable apego a lo correcto, es lo que sellará el destino de los hijos
de Dios.
No hay tiempo que perder
No tenemos tiempo que perder. No sabemos cuán pronto termi-
nará nuestro tiempo de prueba. Tenemos por delante la extensión de
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la eternidad. La cortina está a punto de alzarse. Cristo viene pronto.
Los ángeles de Dios procuran distraernos de nosotros mismos y de
las cosas de la tierra. Que su esfuerzo no sea en vano.
Cuando Jesús se levante del lugar santísimo, y ponga a un lado
sus vestimentas intercesoras y se vista de las ropas de venganza, se
proclamará la orden: “El que es injusto, sea injusto todavía... y el
que es justo, practique la justicia todavía. He aquí yo vengo pronto,
y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su
obra”.
Apocalipsis 22:11, 12
.
Se aproxima una tormenta de implacable furor. ¿Estarnos prepa-
rados para hacerle frente?
No es necesario que digamos que los peligros de los últimos
días pronto nos sobrecogerán, porque ya han llegado. Precisamos