Página 34 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

Basic HTML Version

Nuestra responsabilidad
Hay ocasiones cuando se me presenta una visión clara del estado
en que se encuentra la iglesia remanente: un estado de asombrosa
indiferencia hacia las necesidades de un mundo que perece por falta
del cono cimiento de la verdad para este tiempo. Después paso horas,
y a veces días presa de una intensa angustia. Muchos de aquellos a
quienes se les han encomendado las verdades salvadoras del mensaje
del tercer ángel no logran comprender que la salvación de las almas
depende de la consagración y actividad de la iglesia de Dios. Muchos
emplean las bendiciones que han recibido para servir al yo. Oh,
¡cuánto me duele el corazón debido a que Cristo es avergonzado
por causa del comportamiento no cristiano de ellos! Pero, después
que pasa mi agonía, siento deseos de trabajar más arduamente que
nunca para estimularlos a hacer un esfuerzo abnegado por salvar a
sus prójimos.
Dios ha hecho a su pueblo mayordomo de su gracia y verdad, y
¿cómo considera él su descuido de no impartir estas bendiciones a
sus prójimos? Supongamos que una distante colonia perteneciente
a la Gran Bretaña está en grande aprieto debido al hambre y a una
guerra inminente. Multitudes mueren de inanición, y un poderoso
enemigo se congrega en la frontera, amenazando acelerar la obra
de destrucción. El gobierno del país abre sus despensas; la caridad
pública fluye en abundancia; el socorro abunda por todos lados. Una
flota cargada de los preciosos medios de existencia es enviada a la
escena de sufrimiento, acompañada de las oraciones de aquellos
cuyos corazones fueron conmovidos a proveer ayuda. Y por un
tiempo la flota navega directamente hacia su destino. Pero, habiendo
perdido de vista la tierra, el entusiasmo de los encargados de llevar
provisiones a las víctimas hambrientas disminuye. Aunque están
ocupados en una obra que los hace colaboradores con los ángeles,
[32]
pierden las buenas impresiones que tuvieron al salir. Por intermedio
de los malos consejeros entra la tentación.
30