Página 35 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Nuestra responsabilidad
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En el trayecto yace un conjunto de islas y, aunque harto lejos
de su destino, deciden hacer escala. La tentación que ya ha entrado
se hace más fuerte. El espíritu egoísta del lucro se apodera de sus
mentes. Se presentan oportunidades de negocio. Se persuade a los
que están a cargo de la flota a permanecer en las islas. Su propósito
original de misericordia se pierde de vista. Se olvidan del pueblo
hambriento al cual fueron enviados. Las provisiones que se les ha-
bían encomendado son usadas para su propio beneficio. Los recursos
de beneficencia son desviados por cauces de egoísmo. Intercambian
los medios de subsistencia por la ganancia egoísta y dejan que sus
prójimos mueran. El clamor de los que perecen asciende a los cielos
y el Señor apunta en su registro la historia del robo.
Pensemos en el horror de ver morir a seres humanos porque los
encargados de los medios de auxilio fueron infieles a su cometido.
Se nos hace difícil reconocer que el hombre pudiera ser culpable de
un pecado tan terrible. Sin embargo, se me instruye a deciros, mi
hermano, mi hermana, que los cristianos diariamente repiten este
pecado.
En el Edén, el hombre cayó de su elevado estado y por medio
de la transgresión fue sujeto a la muerte. En el cielo se vio que los
seres humanos perecían, y Dios fue movido a misericordia. A un
costo infinito él ideó un plan de auxilio. “De tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16
. No
había esperanza para el transgresor excepto a través de Cristo. Dios
vio que “no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se
interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia”.
Isaías 59:16
.
El Señor escogió a un pueblo y lo hizo depositario de su verdad.
Era su propósito que, mediante la revelación de su carácter por
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medio de Israel, los hombres fueran atraídos hacia él. La invitación
evangélica debía darse a todo el mundo. A través de la enseñanza del
sistema de sacrificios, Cristo había de ser exaltado ante las naciones,
y todos los que pusieran su vista en él vivirían.
Pero Israel no cumplió el propósito de Dios. Se olvidaron de Dios
y perdieron de vista su alto privilegio como representantes suyos.
Las bendiciones que habían recibido no trajeron ninguna bendición
al mundo. Se aprovecharon de todos sus privilegios empleándolos