Página 42 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
este campo es ahora mismo un problema vital. El tiempo actual
ofrece la oportunidad más favorable que tendremos para trabajar en
estos campos. Dentro de poco la situación será mucho más difícil.
Jesús lloró sobre Jerusalén por la culpabilidad y obstinación de
su pueblo escogido. Llora también ahora por la dureza de corazón
de aquellos que, profesando ser sus colaboradores, se conforman
con no hacer nada. ¿Están llevando con Cristo una carga de pesa-
dumbre y constante tristeza, mezclada de lágrimas, por las perversas
ciudades de la tierra, los que debieran apreciar el valor de las almas?
Es inminente la destrucción de estas ciudades casi completamente
entregadas a la idolatría. En el gran día del ajuste final de cuentas,
¿qué respuesta podrá darse por haber descuidado la entrada en estas
ciudades ahora?
Mientras se lleva adelante la obra en los Estados Unidos, que
el Señor nos ayude a dar a los demás países la atención que deben
recibir, para que los obreros de estos campos no se vean paralizados e
incapacitados para dejar en muchos lugares monumentos para Dios.
No permitamos que se absorban demasiados recursos en este país.
No continuemos descuidando nuestro deber para con los millones
que viven en otras tierras. Obtengamos una mejor comprensión de
la situación, y redimamos lo pasado.
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Mis hermanos y hermanas de Estados Unidos, puede ser que al
alzar vuestros ojos para mirar los campos lejanos que están blan-
cos para la mies, recibáis en vuestro corazón abundante gracia de
Dios. Los que por incredulidad habéis sido pobres espiritualmente
llegaréis a ser, por el trabajo personal, ricos en buenas obras. Ya no
padecerán hambre vuestras almas en medio de la abundancia, sino
que os aprovecharéis de las buenas cosas que Dios tiene en reser-
va para vosotros. Cuando empecéis a comprender cuán destituidos
de recursos están los obreros para realizar la obra en los campos
extranjeros, haréis lo que podáis para ayudarles, y vuestras almas
empezarán a revivir, recobraréis el apetito espiritual y vuestra mente
será refrigerada por la Palabra de Dios, que es una hoja del árbol de
vida para la sanidad de las naciones.
En respuesta a la pregunta del Señor: “¿A quién enviaré...?”
Isaías respondió: “Heme aquí, envíame a mí”.
Isaías 6:8
. Hermano,
hermana, tal vez no puedas ir tú a la viña del Señor, pero puedes
proveer recursos con qué enviar a otros. Así estarás confiando tu di-