Página 73 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Advertencias y consejos dados a la iglesia de Battle Creek
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la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los
que la hallan”.
Lucas 13:24
;
Mateo 7:13, 14
.
En oposición al Espíritu Santo
Insto a los estudiantes de nuestras escuelas a que sean juicio-
sos. La frivolidad de los jóvenes no agrada a Dios. Sus deportes
y juegos abren la puerta a un torrente de tentaciones. En vuestras
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facultades intelectuales, vosotros poseéis el don celestial de Dios, y
no debéis permitir que vuestros pensamientos sean comunes y bajos.
Un carácter que ha sido formado de acuerdo a los preceptos de la
Palabra de Dios exhibirá principios inmutables y aspiraciones puras
y nobles. Cuando el Espíritu Santo coopera con las facultades de la
mente humana, el resultado seguro serán los impulsos elevados y
santificados...
Dios ve lo que los ojos ciegos de los educadores no pueden
discernir: que la inmoralidad de toda clase y grado procura obtener
el dominio, obrando en contra de las manifestaciones del poder del
Espíritu Santo. La conversación más común, y las ideas ordinarias y
pervertidas, se entretejen en la urdimbre del carácter.
Las fiestas con propósitos de frívolo y mundanal placer, las
reuniones para comer, beber y cantar, son inspiradas por un espíritu
del abismo. Son una ofrenda hecha a Satanás. Los espectáculos
vistos en la moda loca de las bicicletas ofenden a Dios. Su ira
se enciende contra los que hacen tales cosas. En medio de estos
placeres, la mente se enturbia como cuando se bebe licor. Se abre
la puerta a relaciones vulgares. Los pensamientos, si se les permite
discurrir por niveles bajos, pronto pervierten las facultades del ser.
Como el Israel antiguo, los amadores de los placeres comen y beben,
y se levantan a regocijarse. Abundan el bullicio y la parranda, las
carcajadas y la hilaridad. Por medio de estas cosas, la juventud sigue
el ejemplo de los autores de los libros que son puestos en sus manos
para estudiar. El mayor de los males es el efecto permanente que
estas cosas tienen sobre el carácter.
Los que están al frente de estas cosas le ocasionan a la causa una
mancha que no se borra con facilidad. Dañan sus propias almas y lle-
varán las cicatrices por toda la vida. El malhechor podría reconocer
sus pecados y arrepentirse; Dios podría perdonar al transgresor; pero