Página 89 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Una advertencia descuidada
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la ocupación de mirar y escuchar el mal. No piensan en el gran
pecado que cometen así; olvidan que las palabras pronunciadas no
pueden ya ser retiradas, y que por sus sospechas están sembrando
semillas que traerán malos frutos. Nadie conocerá la abundancia de
esa cosecha hasta el día postrero, cuando los pensamientos, todas
las palabras y todas las acciones se traerán a juicio.
Las palabras atolondradas o poco amables se exageran al repetir-
se. Cada cual añade algo, de tal manera que el falso relato adquiere
pronto considerable extensión. De este modo, se comete una gran
injusticia. Por las sospechas y los juicios injustos, los calumniadores
se perjudican ellos mismos y siembran en la iglesia las semillas de
la discordia. Si pudieran ver las cosas como Dios las ve, cambiarían
de actitud; comprenderían entonces cómo descuidaron la obra que
se les confiara, mientras censuraban a sus hermanos y hermanas.
El tiempo gastado en criticar las intenciones y las acciones de
los siervos del Señor sería mejor empleado en la oración. Si los
que buscan faltas en los demás conocieran la verdad referente a los
mismos a quienes critican, a menudo tendrían otra opinión acerca de
ellos. En vez de criticar y condenar a los otros, sería mejor que cada
cual dijese: “Debo trabajar para mi propia salvación. Si coopero
con Cristo, quien desea salvar mi alma, debo velar diligentemente
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sobre mí mismo; debo arrancar de mi vida todo lo malo; debo ser
una nueva criatura en Cristo; debo vencer todos mis defectos. Así
que, en vez de debilitar a aquellos que luchan contra el mal, debo
fortalecerlos con palabras de aliento”.
Aquellos que han usado el talento del habla para desanimar a los
siervos de Dios ocupados en el adelanto de la causa de Dios y en
hacer planes para dominar la oposición, deben pedir perdón a Dios
por el daño que han hecho a su obra por medio de sus prejuicios
malvados y sus palabras poco amables. Mediten en el daño que han
hecho divulgando falsos informes y juzgando a aquellos cuyos casos
no les toca juzgar.
La Palabra de Dios nos da indicaciones precisas con referencia
a lo que debemos hacer cuando pensamos que un hermano está
en el error. Cristo dice: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti,
vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu
hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que
en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a