Página 128 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
y todos los que decidan ahora colaborar con Dios triunfarán con ella.
El tiempo es corto; la noche se acerca cuando nadie podrá trabajar.
Que los que se gozan en la verdad presente se apresuren ahora a
impartirla a otros. El Señor pregunta: “¿A quién enviaré?” Los que
están dispuestos a hacer sacrificios por la verdad, deben responder
ahora: “Heme aquí, envíame a mí”.
Isaías 6:8
.
* * * * *
Los que tienen responsabilidades deben recordar que el Espíritu
Santo es el que amolda a las personas. El Señor es quien controla.
No debemos tratar de amoldar, siguiendo nuestras ideas persona-
les, a quienes trabajan con nosotros. Debemos dejar que Cristo los
amolde. El no sigue ninguna pauta humana. Obra según su propia
mente y Espíritu. La obra del hombre consiste en revelar al mundo
lo que
Cristo
ha puesto en su corazón; por medio de su gracia el ser
humano se convierte en participante de la naturaleza divina, habien-
do escapado de la corrupción que existe en el mundo a causa de la
concupiscencia. Las facultades más elevadas de aquel que recibe
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a Cristo se fortalecen y ennoblecen, y la persona queda capacitada
para servir a Dios.
Muchos de los eruditos del mundo han recibido una educación
tan elevada que no pueden tocar a la gente común. Su conocimiento
es intrincado. Se eleva mucho, pero no descansa en ninguna parte.
Los hombres de negocios más inteligentes anhelan la verdad sencilla,
como la que Cristo dio a la gente cuando estuvo en el mundo; la
verdad que él dijo que era espíritu y vida. Sus palabras son como las
hojas del árbol de la vida. Lo que el mundo necesita en la actualidad
es la luz del ejemplo de Cristo, reflejada desde las vidas de hombres
y mujeres semejantes al Salvador. El intelecto más poderoso en
favor de la verdad es el intelecto controlado por Cristo, ennoblecido
y purificado por la santificación del Espíritu Santo.
* * * * *
Cristo ha dado su comisión: “Id por todo el mundo”.
Marcos
16:15
. Todos deben escuchar el mensaje de advertencia. Un premio
de valor incalculable espera a los que corren la carrera cristiana. Los