Página 135 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Consejos para los ministros
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auditorio quedará profundamente impresionado con las verdades
que enseñáis. Recibirán la convicción de que se trata de la palabra
del Dios viviente.
Formalismo en el culto de adoración
En su empeño por impresionar a la gente con la verdad, los
mensajeros del Señor no deben seguir los métodos del mundo. Para
despertar el interés en sus reuniones, no deben depender de cantantes
mundanos ni representaciones teatrales. ¿Cómo podrían los que no
tienen interés en la Palabra de Dios, que nunca la han leído con el
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deseo sincero de comprender sus verdades, cantar con el espíritu y el
entendimiento? ¿Cómo podrían sus corazones estar en armonía con
las palabras de los himnos sagrados? ¿Cómo podría el coro celestial
unirse a una música que sólo tiene forma de piedad?
No hay palabras suficientemente fuertes para describir el mal
del culto formalista, pero tampoco hay expresiones adecuadas para
presentar la profunda bendición del culto genuino. Cuando los se-
res humanos cantan con el espíritu y el entendimiento, los músicos
celestiales se unen en el canto de acción de gracias. Aquel que ha
derramado sobre nosotros los dones que nos permiten ser obreros
juntamente con Dios, espera que sus servidores cultiven sus voces
para poder hablar y cantar en una forma que todos puedan compren-
der. No es necesario cantar con voz fuerte, sino con clara entonación
y pronunciación correcta. Que todos dediquen tiempo al cultivo de la
voz, para que la alabanza a Dios pueda ser cantada con tonos claros
y suaves, sin voz destemplada que ofende los oídos. La habilidad de
cantar es un don de Dios que debe ser usado para su gloria.
En las reuniones elegid a varias personas para que participen
en el canto, acompañados por instrumentos musicales bien inter-
pretados. No debemos oponernos al uso de música instrumental en
nuestro trabajo. Esta parte del servicio debe conducirse con habili-
dad, porque es alabanza a Dios mediante el canto.
No siempre unas pocas personas deben hacerse cargo del canto.
Tan a menudo como sea posible hay que hacer participar a toda la
congregación.