Página 138 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
llenarlos con su Espíritu y con amor sin egoísmo, capacitándolos así
para dar testimonio de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo para
salvar a los pecadores. Los que se han convertido auténticamente,
trabajarán juntos con unidad cristiana. Que no haya división en la
iglesia de Dios, que no se ejerza autoridad indebida sobre los que
aceptan la verdad. La mansedumbre de Cristo debe aparecer en todo
lo que se diga y se haga.
Cristo es el fundamento de cada iglesia verdadera. Tenemos su
promesa inalterable de que su presencia y protección será dada a sus
fieles que anden en su consejo. Cristo debe ser el primero hasta el fin
del tiempo. El es la fuente de vida y poder, de justicia y santidad. Es
todo esto para los que llevan su yugo y aprenden de él a ser mansos
y humildes.
El deber y deleite de todo servicio es elevar a Cristo delante
de la gente. Esta es la finalidad de todo trabajo genuino. Dejad
que aparezca Cristo; dejad que el yo se oculte detrás de él. Esta es
una abnegación digna que Dios acepta. “Porque así dijo el Alto y
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Sublime, el que habita la eternidad, cuyo nombre es el Santo: Yo
habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de
espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar
el corazón de los quebrantados”.
Isaías 57:15
.
Haciendo frente a la oposición
Con frecuencia surgirán manifestaciones de oposición cuando
procuréis presentar la verdad; pero si tratáis de hacer frente a la
oposición con argumentos, tan sólo la intensificaréis y no podéis
daros el lujo de hacer tal cosa. Mantened una actitud afirmativa. Los
ángeles de Dios os observan, y ellos saben cómo impresionar a las
personas cuya oposición rehusáis hacer frente con argumentos. No
insistáis en los puntos negativos de los asuntos que surgen, sino traed
a vuestra mente verdades afirmativas y fijadlas en ella por medio
de estudio, ferviente oración y consagración de corazón. Mantened
vuestras lámparas aprovisionadas y encendidas, y dejad que emitan
brillantes rayos para que la gente, al contemplar vuestras buenas
obras, sea inducida a glorificar a vuestro Padre que está en los cielos.
Si Cristo no se hubiera aferrado de lo afirmativo en el desierto
de la tentación, habría perdido todo lo que deseaba ganar. El método