Página 140 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
“Preparaos para encontraros con vuestro Dios”, es el mensaje
que debemos proclamar en todas partes. La trompeta debe emitir
un sonido certero. Hay que hacer resonar la advertencia clara y
distintamente: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia... Salid de
ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni
recibáis parte de sus plagas”.
Apocalipsis 18:2-4
. Las palabras de
este pasaje se cumplirán. Pronto la gran prueba vendrá sobre todos
los habitantes del mundo. En ese tiempo se realizarán decisiones
rápidas. Los que han sido convencidos por la presentación de la
palabra se alinearán bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe
Emanuel. Verán y comprenderán como nunca antes que han perdido
numerosas oportunidades para hacer el bien que debieran haber
hecho. Comprenderán que no han trabajado con tanto celo como
debieran haberlo hecho para buscar y salvar a los perdidos, para
arrancarlos, por decirlo así, del fuego.
Los siervos de Dios deben ser “en lo que requiere diligencia,
no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”.
Romanos
12:11
. La dejación y la falta de eficiencia no son piedad. Cuan-
do comprendamos que estamos trabajando para Dios tendremos
un sentido más elevado que nunca antes del carácter sagrado del
servicio espiritual. Esta comprensión introducirá vida, vigilancia y
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perseverancia en el cumplimiento de todo deber.
La religión pura y sin contaminación es intensamente práctica.
En la salvación de las almas, lo único que produce resultado es el
trabajo ferviente y de todo corazón. Debemos convertir nuestros
deberes diarios en actos de devoción que aumenten constantemente
en utilidad, porque vemos nuestra obra a la luz de la eternidad.
Nuestro Padre celestial nos ha encomendado la obra que debe-
mos hacer. Tenemos que tomar nuestras Biblias y salir a advertir al
mundo. Debemos ser las manos ayudadoras de Dios en la salvación
de las almas; canales a través de los cuales su amor fluya día a
día hacia los que perecen. El acto de llevar a cabo la gran obra en
la que tenemos el privilegio de participar, ennoblece y santifica al
verdadero obrero. Está lleno de la fe que obra por amor y purifica
el alma. Nada es aburrido para el que se somete a la voluntad de
Dios. “Como para el Señor” es un pensamiento que llena de encanto
cualquier trabajo que Dios nos pide que hagamos.